El gran sumo sacerdote

4 de mayo de 2025

La palabra de Dios es para vivirla el día a día, no es que ya pasó, aun el Antiguo Testamento tiene vigencia hoy, la realidad de su palabra es tan importante. Leyendo el libro de Éxodo nos encontramos que el pueblo de Israel había salido de la esclavitud de Egipto, fueron protagonistas de una esclavitud muy pesada. Esclavos de un sistema donde eran oprimidos. Un faraón endemoniado, que es figura de Satanás literalmente, quien los oprimió de tal manera produciendo desgaste mental en ellos, en la familia.

Un desgaste de años en esclavitud y esa también es nuestra vida pues, Jesús nos saca de un sistema opresivo de Satanás (si queremos salir) donde intenta fragmentar no solamente nuestras vidas, sino fatigar nuestras mentes, corazones y nuestros hogares. Así el diseño de Dios se va degradando.

En ese contexto que el pueblo sale de Egipto hay un propósito. Desde el Génesis hay una promesa, el pecado entró por Adán y Eva en Génesis 3, pero en Génesis 3:15 está la solución: “Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza, pero tú le morderás el talón”. Tendría que haber un derramamiento de sangre, un sacrificio, entonces la solución fue provista y la historia va rumbo a ese momento que todos estaban esperando. Buscando y siendo parte de ese Salvador.

Entonces, el Señor lo primero que hace es apartar a un pueblo para habitar siempre con ellos, pero por el pecado se produjo una barrera. Adán y Eva tuvieron dos hijos, Caín y Abel, uno tomó la postura de entregarle lo mejor a Dios y el otro lleno de odio, de envidia asesina a su hermano. Cuando el mal era tan grande sobre la tierra, Dios vio a Noé que era un hombre justo sobre la tierra, siempre hay un corazón predispuesto para Dios. Lamentablemente no es la mayoría porque el corazón humano tiende a causa del pecado a ser autosuficiente, a querer hacer las cosas por justicia propia.

Dios a lo largo de la historia proveyó una salvación y preservó a aquellos que sus corazones estaban entregados a él.

Luego Dios toma a Moisés diciéndole que ya no quiere un hombre, sino a un pueblo. Una familia con una identidad donde todos puedan ver lo que él quiere hacer a través de ellos y les da una promesa increíble “ustedes serán mi especial tesoro”. Dios los prepara, pone pautas y leyes al pueblo, llama a Moisés para encontrarse con él, para que haga todo conforme a lo que le mostraría. Pero, pasando un tiempo, viendo el pueblo que Moisés no regresaba, tomaron todo el oro que había e hicieron un becerro para adorarlo. Debemos entender que nuestra vida no se aleja tanto de esa realidad. Calviño un reformador del siglo XV y XVI expresó que el corazón del hombre es una fábrica de ídolos. Todo el tiempo estamos construyendo ídolos como el trabajo, los deportes, adicciones, que ocupan el lugar de Dios.

Uno de los mandatos que Dios le hablo a Moisés y que nos dejó a nosotros es que “no nos inclinaremos ante dioses ajenos”. El ser humano es una fábrica de crear dioses en su corazón. La traducción de “no te inclinaras a dioses ajenos” es “no pondrás nada entre tu rostro y mi rostro”, es decir que hay cosas que nos separan, que son más importantes, más urgentes. No se trata de no ocuparnos de nuestras vidas, de nuestros hogares, de nuestros trabajos, pero sí cuando todo esto se transforma en nuestros dioses porque cada vez nos piden más.

En Éxodo nos habla de que Dios ordena la creación de un tabernáculo (morada). El Señor Dios quería habitar entre ellos y buscar esa relación que se perdió en el Edén. Alrededor del tabernáculo estaban todas las tribus de Israel. Se encontraba el atrio exterior donde cualquier judío entrar, el lugar santo donde ingresaban los sacerdote y el lugar santísimo donde entraba el sumo sacerdote, tanto los sacerdotes como los sumos sacerdotes tenían ciertas reglas debían cumplir.

En Éxodo 28:1 nos dice que ellos fueron elegidos por Dios, que dirigían al pueblo en la adoración, en los oficios religiosos, pero solo una tribu de las doce era la que sus generaciones iban a pertenecer, que era la tribu de Levi, nadie más debería asumir esa responsabilidad. Estos sacerdotes mediaban entre Dios y el pueblo, pues por el pecado nadie se podía acercar al Señor, por eso ellos oficiaban de mediadores. El sumo sacerdote para ello debía vestirse de ropas muy específicas, tenían unas normas estrictas de pureza, estándares muy altos que debían cumplir antes de hacer esos servicios. (Levítico 21)

El sumo sacerdote ofrecía sacrificio repetidos por el pecado, múltiples sacrificios aun por el pecado involuntario. El sumo sacerdote ingresaba al lugar santísimo solo una vez al año, a ese lugar no podía entrar nadie, solo él pero si no había cumplido con algunas de las normas podía perecer en ese lugar. Para ellos la presencia de Dios era algo muy serio, disfrutaban de las bendiciones que Dios les proveía, por servirle, por seguirle y por serles fieles de corazón. (Deuteronomio 28)

Dios les pedía a los sacerdotes que cuando el pueblo los vea, ellos puedan representar dignidad, autoridad y honra. Se vestían con el pectoral de justicia donde tenían representadas a las dice tribus de Israel, llevaban piedras preciosas, hilos de oro, el turbante, lino fino, colores que solo usaban los reyes como el purpura.

Con la ofrenda y el oro que Moisés juntó del pueblo se construyó el tabernáculo para oficiar todas las ceremonias. El pacto del Antiguo Testamento era momentáneo, ningún hombre sobre la tierra podía cumplir esas normas, nadie podía llegar a la altura. Todo el tiempo era presentar ofrendas para el sacrificio para el perdón de pecados. Debía cumplirse la promesa de Génesis 3:15. Pero, en Juan 1 nos menciona que el Verbo se hizo carne y habitó (tabernáculo) entre nosotros, se hizo hombre, de carne y sangre. Todos los dioses de este mundo nos demandan y nunca nos satisfacen.

Este rey bajó del trono haciendo hombre y despojándose de su gloria caminó entre nuestras miserias y pecados. Y entre nuestras infidelidades, nuestras indiferencias, aun sabiendo eso derramó su sangre y entregó su propia vida.

La solución ya había llegado, lamentablemente hoy los judíos no lo pueden ver y todavía siguen esperando al Mesías.

El sumo sacerdote:

  • Elegido por Dios
  • Mediador
  • Intercesor por el pueblo
  • Santo
  • Ofrecían sacrificios

Nosotros y la historia necesitábamos recibir esa redención por el pecado, porque en el antiguo pacto los sacerdotes solo cubrían el pecado porque iban siempre. Pero, ahora vendría el Cordero, donde el plan de Dios para redimirnos y tener esa relación con todos nosotros era que haya un sacrificio una vez y para siempre. Ahora vendría el sumo sacerdote que borraría los pecados pues su sangre derramada perdona los pecados de ayer, de hoy y de más adelante. Jesús se pone como el gran Sumo Sacerdote.

JESÚS – EL GRAN SUMO SACERDOTE

  • Elegido por Dios
  • Mediador e intercesor por todos
  • Santo
  • Ofreció su propia vida como

1º Pedro 1:18-20 (NVI)

Cristo el Hijo de Dios fue elegido por Él para cumplir su misión en la tierra como el gran Sumo Sacerdote, para perdonar los pecados de toda la humanidad. Y para que de esa manera todos podamos acceder al Señor. Entonces hoy todos podemos hablar y experimentar de lo que Dios hace en nuestras vidas.

1º Timoteo 2:5 (NVI)

Jesús también fue mediador e intercesor por todos.

Romanos 8:34 (NVI)

Jesús está a la diestra del Padre e intercede por nosotros, podemos ver cómo nos hemos salvado de algo que nos quería matar, de cómo Dios nos libró de tantas cosas, damos gracias a Dios por ese gran Sumo Sacerdote que intercede por cada uno de nosotros.

Hebreos 7:22-23 (NVI)

El sacerdocio de Jesús no caduca, es eterno, fue para un tiempo y lo es para hoy.

1º Pedro 2:21-22 (NVI)

Jesús no pecó, fue santo y puro, cumplió con los mayores estándares de pureza por nosotros. La palabra “santo” significa “apartado” es cuando nos apartamos con un propósito definido pues sabemos que queremos llegar a una meta calculando el costo y no negociamos para poder llegar. Jesús lo hizo.

Hebreos 7:26-27 (NVI)

Nos convenía tener un sumo sacerdote santo, apartado de todo y de todos. Nosotros no tenemos que ofrecer más sacrificios ni de animales, ni de cereales, ni de nada. Jesús mismo se ofreció para que nosotros podamos acceder.

LA IGLESIA – EL SACERDOCIO DE TODOS LOS SANTOS

  • Elegidos por Dios
  • Intercesores, reconciliando a todos los perdidos con Dios
  • Santos, llamados a vivir una vida en santidad
  • Ofrecemos sacrificios espirituales

Si no ejercemos nuestro sacerdocio con madurez, el mundo nos devora literalmente. Debemos recuperar y mantener el sacerdocio.

Algo que la historia habla cuando la iglesia entra en un periodo muy oscuro donde se levanta un reformador como Martin Lutero. Quien comienza a ver irregularidades, el tema de las indulgencias, el tema de la jerarquización y muchas cosas que no estaban de acuerdo a las sanas escrituras, la iglesia de ese tiempo se estaba desvaneciendo. Entonces Martin Lutero empieza a leer las escrituras y se da cuenta que hay cosas que no estaban bien y comenzó la Reforma.

Hubo gente que entregó su vida para que hoy el evangelio llegue a nosotros, gente que gasto años de sus vidas, que gasto años para tener imprentas para imprimir biblias cuando la persecución estaba. Y gente que derramó lágrimas escapándose porque los querían matar para que este evangelio sea predicado.

1º Pedro 2:9 (NVI)

“Pero ustedes sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamo de las tinieblas a su luz admirable.”

Apocalipsis 1:6 (NVI)

“Al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos! Amén.

Tenemos una responsabilidad, estamos perdiendo nuestro sacerdocio, nuestra posición espiritual o nos están robando nuestra posición espiritual.

Somos el real sacerdocio, el plan de Dios es un reino de sacerdotes.

La Reforma divide a las iglesias católicas y protestantes, la rama del protestantismo se lanzó más al modelo de la palabra de Hechos. Hay muchas personas en la historia de la iglesia que pelearon la buena batalla de la fe hasta el final. Hoy tenemos la mentalidad de que un súper ungido o alguien que predique es quien debe ayunar, orar y tener una vida de testimonio, meditar en la palabra. Y de pronto las personas de la congregación se sientan, escuchan y se van, siguiendo con su vida con la misma corriente de este sistema una y otra vez.

Pero no tenemos jerarquías en el cuerpo de Cristo, hay funciones de profetas, de apóstoles que fueron dados a la iglesia para servirla, pero tristemente muchos se sirven de la iglesia. El reino de sacerdotes debe cumplir su función sacerdotal en la tierra, ¿Cómo puede ser que las cosas terrenales sean más importantes para un sacerdote que las del cielo?

Que realmente el sacerdocio de Jesús en la cruz sea suficiente, muchas de las cosas que atravesamos cada uno de nosotros se solucionarían más rápido si ejerciéramos nuestro sacerdocio. Que el Espíritu Santo nos traiga revelación, que nuestro tiempo con Dios y en la palabra den frutos.

El diablo quiere que permanezcamos en la ignorancia pero que la Biblia pueda transformar nuestros corazones y leer nuestras vidas. Con la palabra, con el sacrificio en la cruz se limpian nuestros pensamientos de muerte. Se limpian nuestros pensamientos de tristezas, de angustias, somos libres de todo lo que quiere atar nuestras mentes y mantenernos atados al pecado, a la destrucción, a lo que fragmenta nuestros corazones, para hacernos actuar de manera que se destruyan nuestras vidas.

La sangre del Cordero tiene el poder para limpiar nuestras conciencias para experimentar esa cercanía con Él. La religión nos hizo mantener a un Dios lejano que castigaba. Entonces, todos estos conceptos se permearon en nuestra sociedad no entendiendo que el Gran Sumo Sacerdote vino para revelarse a nosotros e impulsarnos en nuestro sacerdocio.

Efesios 1:3-4 (NVI)

Antes de la fundación del mundo ya estábamos en su corazón y muchas veces parece que el sacrificio de Jesús no es suficiente. Cuando la Biblia nos lee a nosotros se nos caen todos los velos. Entendemos que ya fuimos bendecidos con toda bendición espiritual y que estamos sentados en los lugares celestiales con Cristo Jesús.

Pero no solo esto, sino que ya nos concedió el honor de ser reyes, de un linaje real que corre por la sangre del Cordero. Pero también nos hizo intercesores. El Señor nos manda a ejercer el ministerio de la reconciliación, de lo que recibimos damos, impartimos. Mientras alrededor nuestro hay muerte, perversión, pecado, corrupción, mentira y se hacen trabajos, hay una iglesia que presenta sacerdocio para Dios, se presenta delante del Dios vivo, verdadero, real, el Dios tangible. No tenemos la vida perfecta, esto es un proceso hasta que él venga, pero Cristo ha sido la plenitud de vida para nosotros.

Somos intercesores, la intercesión es nuestra identidad. Jesús cuando estuvo en la tierra presentó ruego, clamor y lágrimas, cuánto más nosotros.

Debemos ser santos, fuimos llamados a vivir una vida de santidad, apartados del pecado para una comunidad que abraza su sacerdocio, linaje escogido, nación santa, un pueblo adquirido para anunciar las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Seamos santos en todo lo que hagamos, Dios nos llamó a vivir una vida en santidad. Ya en Éxodo les hablaba de esto al pueblo, no a las mezclas, no a las incoherencias, sino que vivan la vida que él había diseñado para ellos.

Nosotros los sacerdotes ofrecemos sacrificios espirituales, cada vez que vamos con sacrificios de gratitud, de alabanza a Dios. Cada vez que congregamos. Cristo fue quien abrió el velo para que todos podamos acceder a la presencia de Dios para entrar al lugar santísimo y conectar con ese gran trono de misericordia para encontrar el oportuno socorro. Ejerzamos nuestro sacerdocio, esa es la misión de nuestras vidas, de la iglesia. (Romanos 12:1)

Una vida rendida en adoración espiritual ofreciendo nuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable, esto es lo que le agrada al Señor. No se trata de hacer cosas para ganarnos el favor de Dios, sino de entregar nuestras vidas. No de domingo en domingo, o de grupo en grupo, sino que todos los días.

Hebreos 13:15 (NVI)

Declaremos el nombre sobre todos los nombres, el gran Sumo Sacerdote tomó nuestro lugar para que podamos reconciliarnos con Dios, acceder a su presencia sin intermediarios, todo el tiempo, no importa el lugar, ni las circunstancias. Nuestras vidas deben ser esas ofrendas que suban como olor fragante a su presencia, como incienso dice su palabra, cuando intercedemos suben las oraciones al cielo y las recibe.

Tenemos este legado de los apóstoles, profetas, este legado increíble de los mártires que han dado sus vidas para que esto avance y crezca. La iglesia hoy debe madurar, Dios es el Dios de toda la historia pero ¿estamos preparados para lo que viene? Solo las personas que ejerzan su sacerdocio son las que van a poder permanecer en pie en el momento y en el día malo.

En Efesios 6 nos habla de que vendrán las asechanzas del diablo, no estamos libres de eso, van a venir la tentación, la tormenta, pero ¿Cómo las vamos a atravesar, como vamos a responder? Seguramente en el último tiempo mucha gente se va a ofender con Dios por ese tipo de acontecimientos.

Para despertar una iglesia madura debemos ejercer nuestro sacerdocio.

Lo que Cristo dejó establecido, el baluarte de nuestra verdad es la palabra viva y eficaz. Debemos desarrollar nuestra propia relación, ya hubo un sacerdote, ya el Gran Sumo Sacerdote dio su vida por nosotros, ahora él espera que nosotros respondamos con madurez.

“Elevamos nuestra adoración delante de tu trono de la gracia, te ofrecemos un sacrificio de alabanza, gratitud de nuestros corazones por tu obra en la cruz. Nos rendimos para que vos, Señor, recibas la recompensa de tu sacrificio. Espíritu Santo, convence nuestras vidas de pecado, no queremos vivir indiferentes. Nos alegramos porque vos, Rey, dejaste tu trono para estar con nosotros. Abrimos la puerta para que tu gloria, que tu presencia entre a nuestras vidas como en el tabernáculo. Queremos satisfacerte, Señor.”

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