El León

27 de abril de 2020

Apocalipsis 5:1-5 (NTV)

Lo que vemos que escribió Juan es lo que se revela desde el Génesis, al Mesías esperado como un león que traerá la victoria, como un león que mostrará su autoridad. Aunque Jesús es Cordero y León, no vence como León sino como Cordero, pero asume la victoria como el León de la Tribu de Judá. Es un aspecto integrador del Dios a quien adoramos, es Cordero y es León, no es que son dos cosas en la misma persona, estos dos aspectos de Jesús son los que se nos revelan para que podamos vivirlo con claridad. Es el Cordero Inmolado inocente que fue sacrificado por nosotros y que su sangre derramada nos limpia venciendo a la muerte, pero él se manifiesta como León.

Todo el Nuevo Testamento, sobre todo las epístolas de Pablo, se encargan de describirnos a Jesús de esta manera, con autoridad. Porque Pablo no conoció a Jesús físicamente, sino que se le revela Jesús ya siendo el León. Por eso, cuando es Saulo, al huir, cae a tierra, pues literalmente se enfrenta a la presencia del León de la Tribu de Judá. Es diferente con Pedro, con Juan, porque ellos ya conocían al Cordero, ellos caminaron, vieron a Jesús sudar, sufrir, padecer y vencer. Pablo tiene en claro el aspecto del León, vemos que en ninguno de los evangelios tenemos como referencia a Jesús como León. Los evangelios tratan del Cordero venciendo al infierno y venciendo a la muerte.

La referencia de Apocalipsis comienza en el libro de Génesis con una bendición, cuando Jacob debe bendecir a sus doce hijos que serán los representantes de cada una de las tribus de Israel. Él da una palabra profética de bendición sobre cada uno de sus hijos, pero sobre Judá él hará una declaración específica declarando que sobre esa línea vendrá el Salvador.

Génesis 49:9-10 (NTV)

Lo que leemos aquí es una bendición que cae sobre Judá, la Biblia Reina Valera nos dice: “Hasta que venga Siloh” que quiere decir autoridad, el León que gobierna. Siloh es una declaración del Mesías que habría de venir.

Cuando Jacob bendice a Judá, esa bendición marca una tendencia en el pueblo de Dios y desde ese momento Judá es marcado como el primogénito con una declaración: el Mesías, el deseado, el León verdadero que gobernará vendrá de esta tribu. A partir de ese momento el pueblo de Dios toma esa forma (la estrella de David tiene esa forma porque es la manera de cómo peregrinaba el pueblo en el desierto. Cada punta representa una tribu, la punta principal es la de Judá, cuando caminaba sobre el desierto o iba a la guerra, en la punta principal iba la tribu de Judá).

La voz de este León sana, salva, transforma y cambia las vidas.

La tribu de Judá estaba marcada como una tribu de autoridad que significa alabanza, que Dios opera, que Dios obra. La tribu de Judá tenía un estandarte con la figura de un león, cuando el pueblo avanzaba la tribu del león iba adelante y el resto le seguía. El león es imponente, es autoridad, implica temor, donde el León ruge la victoria está asegurada. Cuando Amós en el libro habla proféticamente para despertar a un pueblo que está en pecado, expresa que el león no ruge en vano, cuando el león ruge es porque va por la presa, cuando el león ruge es porque algo está pasando. En esa profecía Amós termina diciendo: <cuando el león ruja quien no temerá> (Amós 3:4-8)

Cuando más conocemos a la persona de Jesús más nos acercamos al final del cumplimiento de los tiempos.

Más que nunca nosotros estamos escuchando las voces de un falso león, el apóstol declara que el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar (1º Pedro 5:8). La voz del infierno se parece mucho a la de Dios, porque Satanás no es original, es un imitador. La voz de la muerte se esconde para tratar de apagar la voz de la vida. En el último tiempo el problema no será el infierno sino que muchos negaran su fe, el amor de muchos se va a enfriar. La falsedad de la voz de este león se está levantando porque le queda muy poco tiempo, en lo posible si puede tratará de engañar a los justos, porque está escuchando la voz del verdadero León de la Tribu de Judá.

Oseas 11:1-11 (RVR)

Oseas profetiza sobre un Israel rebelde que se aparta de su Dios, pero también está anunciando de aquellos que vamos a venir después. Habrá cuerdas de amor, Dios nos buscará una y otra vez, pero llegará un momento en que el corazón de Dios explotará de compasión y dirá ¡basta! comenzando a rugir. Sus hijos se moverán, vendrán de occidente y se juntaran con él, como aves de Egipto y de Siria que vienen para esconderse bajo sus alas y encontrar un hogar en el León de la Tribu de Judá.

Al final el León se para en el trono, desata el rollo y la justicia es revelada. Lo que debemos hacer es traer al León de la Tribu de Judá entre nosotros, esta figura es más que una figura poética, el León de la Tribu de Judá es real. El Cordero Inmolado de Dios ya venció, se sacrificó en la cruz del calvario y como un Cordero fue sepultado. Con su cuerpo destruido la tierra lo absorbió, el infierno cayó sobre él, pero cuando la tierra se cerró sobre él se manifestó que el Cordero era un León.

 Él fue sacrificado como un Cordero, pero resucitó como un león, la muerte no lo pudo vencer. Cuando el infierno vino a tratar de absorberlo se dio cuenta que el Cordero era un León.

El sacrificio lo desnudo de su humanidad y la gloria que había dentro de él aplastó el infierno y quito la autoridad, resucitando al tercer día. El León se paseó entre sus discípulos, porque su cuerpo estaba glorificado, ya no tenía las limitaciones de un cuerpo sacrificado del Cordero. Ahora va, viene, camina con autoridad, él asciende como un León y volverá como un León para reinar con nosotros.

El León es la última revelación física de Jesús, pero en medio de tantas voces de maldad, de pecado hemos perdido el valor y la capacidad de ver el valor del León de la Tribu de Judá. Jesús es digno de ser temido, de ser adorado, su nombre es sobre todo nombre y delante del nombre de Jesús toda rodilla se postre y toda lengua confiese que él es Señor. Él no es un gatito domesticado, no es una estampita, no es una imagen que se da vuelta para atrás cuando estamos pecando, no es un juez que juzga injustamente. Él venció a la muerte y derrotó a la enfermedad, es el Dios que nos reúne, el nombre que nos reúne es el nombre sobre todo nombre. Es digno de todo temor, es digno de toda adoración, es digno de desatar los sellos, su nombre es Jesús.

¿Qué voces estamos escuchando, qué rugido está atrapando nuestro corazón, qué cosas necesitamos resolver? Porque el León está rugiendo, en medio de todas las voces de apostasía, se está escuchando el rugido del León de la Tribu de Judá.

La voz de la muerte, de la falsedad nos traspasa, nos duerme, es como una canción que nos congela. La voz de la realidad congela nuestras vidas, las de nuestras familias, le abre la puerta a la tentación, destruye los matrimonios. La muerte no grita sino que susurra, es como un silbido que nos engaña, que nos atrapa. La voz del mundo desvía la mirada de Jesús y la coloca en ídolos falsos. La muerte comienza a rugir y nos hace olvidar que la profecía se está cumpliendo, que el León está sentado en su trono y que su rugido está haciendo temblar la tierra.

Jesús es el León de la Tribu de Judá, hay una voz que nos está llamando a despertar.

El León está en el trono, es el legislador, el rey, la autoridad. Su aliento le dio vida a la creación y no hay voz más poderosa que la voz del cielo, por ella se sostiene el universo. Cuando un día él vuelva a pisar la tierra, él hablará y todo volverá bajo su dominio y autoridad.

Pero las dos voces van en paralelo, y de acuerdo a qué voz le estemos prestando atención, será lo que definirá el rumbo que seguirá nuestra vida, nuestra familia, nuestra ciudad y nuestra nación. El sonido de la muerte nos escupe en la cara, pero detrás nuestro escuchamos el rugido de la voz del León de la Tribu de Judá. Él es el trono.

Colosenses 1:15-23 (NTV)

Él es la imagen del Dios invisible, él es la revelación del Dios Todopoderoso, todo fue creado por medio de él y para él, él es la cabeza de la iglesia. Por eso, la mentira más fructífera del diablo es lastimar por medio de la autoridad, sean padres, madres, pastores, curas, lideres, presidentes. Satanás ha distorsionado la figura de autoridad para deformar la imagen de Cristo que es la imagen perfecta, que es la justicia perfecta. Pero nosotros hemos sido comprados con la sangre del Cordero, nosotros hemos sido elegidos y llamados por un Dios Santo que nos ha hecho santos. No podemos vivir como mediocres siendo que el Rey Eterno nos ha comprado con su sangre para caminar sin culpa, en libertad, viviendo las buenas noticias del evangelio como hijos del León de la Tribu de Judá.

Pero no solo como personas que hablamos de la autoridad de la boca para afuera, sino que tenemos la autoridad de Cristo y el carácter del Cordero, con el corazón encendido lleno de temor por el Dios que nos dio la vida. Pero también la entrega y el amor por aquellos que están lejos, ese carácter es el que necesitamos hoy. Por eso, Pablo aconseja que no nos alejemos de las buenas noticias.

Recordemos siempre aquel primer rugido que nos atrajo a Dios, ese primer amor que nos dio la vida, ese primer encuentro que nos llenó de satisfacción. Recordemos la buena noticia que escuchamos por primera vez, aquella que nos mostró que nuestras vidas tenían propósito.

Debemos vivir cada día abrazando esa buena noticia con la misma pasión, bajo la autoridad del Cordero de Dios, caminando en el temor del Señor, para que esa autoridad se replique en nosotros.

La maldad ha crecido tanto en el mundo que nos rodea por completo, mañana cuando salgamos a este sistema nos vamos a encontrar con el rugido del falso león, pero debemos despertar nuestro corazón a la voz del León de la Tribu de Judá. Pidámosle al cielo que nos bautice con un nuevo nivel de autoridad para que ya no cedamos al pecado una y otra vez, para que no cedamos a la falta de carácter. Queremos vivir bajo la autoridad del León, lo escuchamos rugir, él está llamando a los hijos, a los que están lejos, a los que están perdidos. El León de la Tribu de Judá viene pronto a reinar con sus hijos. Es el mismo aliento de vida que le dio origen a todas las cosas y es la misma voz que tiene poder sobre nuestras vidas para darnos autoridad. Para que en el nombre del León de la Tribu de Judá todo principado reconozca que él es el Señor. El Cordero no es sin el León y el León no es sin el Cordero.

“Necesitamos reconocer esa autoridad y volver al temor de Dios. Despertemos, no podemos hacer las cosas automáticamente, no nos puede dar lo mismo su Presencia o no, no nos puede apasionar otra cosa más que su voz. Cuando el León entra todo se ordena, pero de repente apagamos nuestras voces y crecemos tan rápido que ya no podemos ver al León. Que la autoridad de Cristo, que es perfecta, se revele en todo lugar. Cada vez que la muerte nos escupa en la cara, podamos poner la otra mejilla para amar a los que se están perdiendo, para redoblar el esfuerzo y la gente tenga un encuentro con Jesús. Que en nuestras familias él sea el centro para ver la derrota del infierno una y otra vez. El León de la Tribu de Judá está rugiendo.”

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