El Cordero

20 de abril de 2025

Isaías 53:1-12

Isaías, casi mil años antes de la venida del Cordero lo profetiza. Pero, antes de Isaías desde el Génesis ya se anuncia cómo Dios tomaría la forma de un Cordero para redimirnos de toda maldad.

Juan que no tiene muchos detalles es muy especial porque es el último libro del nuevo testamento que fue escrito. Pone mucho cuidado en relatar la crucifixión de Jesús teniendo en cuenta Isaías 53, pero también lo que él vio en la isla de Patmos cuando relató el Apocalipsis.

Cuando leemos el relato de la crucifixión de Jesús vemos cada aspecto de esta profecía cumplirse en el cuerpo del carpintero de treinta y tres años sin belleza para que no le deseemos. Despreciado, abandonado, con Dios dejándolo de lado, cargando con toda nuestra rebelión y con toda nuestra maldad, abatido, olvidado por Dios y por los hombres. Como Cordero enmudeció y fue detrás de sus trasquiladores, él cargó su propia cruz, se entregó voluntariamente, es levantado y lejos de gritar reclamando justicia declara perdón sobre los que les hacen daño. El Cordero de la pascua, el Cordero que hace que la noche se transforme en día, que anuncia la libertad que vendrá a la mañana está en la cruz, en la mitad de la historia, en el momento oportuno. Fue desgarrado, su espalda destrozada, su costado traspasado, sus manos son clavadas, el Dios que es hombre cien por ciento carga nuestra maldad.

Aquella maldad que cargamos antes de nacer, la maldad que ha corrompido la tierra, toda esa maldad es puesta sobre ese hombre pero Dios no puede mirar eso. Y en un momento en que Jesús en la cruz grita que ¡todo está consumado! Emite el último sonido. Luego es llevado y enterrado en la tumba de un hombre rico tal cual lo dice la profecía de Isaías. En ese lugar desciende hasta las mismas entrañas de la muerte y la sangre que todavía está tibia no puede ser resistida por la muerte. Jesucristo somete al infierno y el príncipe de las tinieblas, Satanás, la maldad, el pecado, la serpiente antigua es aplastado por un Cordero.

Juan el Bautista cuando ve venir a su primo anuncia . Cuando Juan es llevado a Patmos y el cielo se abre para ver el final de los tiempos, la figura del Cordero viene una y otra vez. Porque Juan caminó con el Cordero, él lo vio, lo tocó, fue su discípulo, Juan vio al hombre, ahora lo ve en el cielo como el león con sus ojos como llamas de fuego, como un hombre nuevo. Pero no deja de mirar, de ver y de entender que el que está reinando, el que está venciendo es el mismo Cordero con el que él caminó. Ese es el Cordero que quita el pecado.

Apocalipsis 7:9-17

Jesús el que es, el que era y el que ha de venir. El Cordero que es, que era y que ha de venir.

El Cordero que era en el principio, era la respuesta, era la creación, el que soportó nuestros pecados, nuestras miserias. Ninguno de nosotros estaríamos si no fuera por la sangre del Cordero.

El Cordero que nos atrajo de nuestra maldad con cuerdas de amor, el Cordero que nos buscó, nos redimió, que ha sido parte de nuestra historia. El Cordero que es, la sangre de Cristo todavía tiene poder.

Su sangre está vigente y presente, no es que Dios hace tiempo pagó y dijo que ya está todo saldado, claro que no, su sangre sigue corriendo. En la visión celestial, podemos ver a aquellos que pasaron por la gran tribulación y que lavaron sus ropas por medio de la sangre del Cordero. No sabemos si nos tocará pasar por eso pero sabemos que en este momento cada día de nuestras vidas necesitamos lavar nuestras ropas con la sangre del Cordero.

No podemos vivir en pecado, no podemos vivir sosteniendo la maldad, no podemos vivir haciendo lo que queremos, necesitamos vivir con un arrepentimiento que nos limpie permanentemente. La ansiedad, el estrés, los ataques de pánico, el dolor, la angustia, las relaciones fallidas no solo son productos de la maldad, son productos de no vivir conectados a la sangre del Cordero, de no tener la capacidad de hacernos tiempo para limpiarnos en él una y otra vez, de orientar nuestras vidas y vivir por medio de ese poder.

Vemos en la escena de la cruz, a Jesús en el medio y dos ladrones, uno a la izquierda y otro a la derecha, los dos están viendo al mismo Cordero. Los dos están viviendo la misma situación, pero uno se burla y el otro le reconoce como un Cordero inocente pidiéndole que se acuerde de él cuándo venga en su reino.

Lo que ve ese ladrón es lo que ve Juan en la isla de Patmos, solo que Juan lo ve al Cordero reinando, lo ve al Cordero venciendo al infierno, lo ve al Cordero desatando los sellos. Pero el ladrón de este lugar ve a ese muchacho de treinta y tres quebrado sangrando, pero puede ver más allá de esa sangre y por eso le pide que por favor se acuerde de él cuando venga en su reino, a lo que Jesús le responde <Esta misma noche estarás conmigo en el paraíso>.

El poder de alguien que le da valor a la sangre del Cordero, que le da valor al arrepentimiento, que no se permite vivir en el pecado. Debemos entender el valor del sacrificio de Jesús, es la manera y la forma de un Dios que nos ama, que se hizo hombre para poder tener comunión con las criaturas que el desarrollo. No solo se hizo hombre sino que cargo nuestras heridas. Cada vez que su cuerpo era golpeado, un efecto y una consecuencia de nuestra maldad estaban siendo descargados sobre su cuerpo.

Para cada cosa que nosotros hemos vivido no solo Dios tiene respuestas, sino que pagó por cada una de ellas.

¿Cuál es nuestra tarea, aprovecharnos de ese sacrificio? Claro que no, debemos darle valor a ese sacrificio, si el costo para que nuestra maldad sea limpia ha sido el cuerpo del Cordero desgarrado, no podemos vivir indignamente nuestra fe, no podemos vivir indolentemente, no podemos, porque su sangre tan preciosa ha sido parte de nuestra vida.

El Cordero fue desgarrado pero también la sangre del Cordero tenía tanto poder que la muerte no lo pudo resistir. El libro de Apocalipsis se encarga de mostrar los efectos del poder de la sangre del Cordero, porque él vendrá, reinará. Y junto con el Cordero vendrán aquellos que él eligió, que él compró con su sangre, aplastando la maldad, ejecutando justicia, para que el Cordero reine para siempre.

Juan en Apocalipsis 7 menciona que el Cordero será su pastor, reinará con ellos y entonces habrá paz y plenitud para siempre. Jesús es el Cordero que quita el pecado, la sangre de Cristo aún tiene poder, pero como iglesia en general es uno de los símbolos que muchas veces nos olvidamos y menospreciamos. El apóstol Pablo nos dice que <¡ay, de los que pisotean la sangre de Jesús, ay, de los que indolentemente pierden el valor!> Porque en su sangre está la redención, él reedita nuestras historias.

La sangre de Cristo nos da nuevas oportunidades.

La sangre de Cristo sana la enfermedad, pero no solo sana la enfermedad del cuerpo sino que sana la enfermedad del pecado. La sangre de Cristo empatiza con nuestro dolor, es la fuerza para atravesar los procesos de enfermedad, es la potencia para caminar en medio de las tormentas. Es un Dios que nos toma la mano y cuando nos toma la mano podemos ver los efectos de las heridas, podemos ver que él sufrió la enfermedad, que él sufrió tener un cuerpo físicamente limitado, roto y abatido pero aun así se entregó por completo venciendo a la muerte.

 Eso nos mostró que nuestro viejo hombre se puede desgastar, se puede doler, que la enfermedad nos puede golpear, pero los efectos de la sangre de Cristo en nuestras vidas harán que vivamos para siempre, harán que la gloria de Dios este con nosotros de aquí hasta la eternidad.

La sangre de Cristo tiene el poder de comprarnos de toda tribu, de toda familia, de toda historia. La sangre de Jesús ha llegado hasta este pequeño rincón del mundo, salpicó con su sangre y en este desierto olvidado en los confines de la tierra produjo un pueblo que adora, que vive, que honra al Cordero y que reinará con él para siempre.

Mientras los brujos y hechiceros para maldecir matan animales y mientras los hombres poderosos de la tierra para corromper violentan personas, sabemos que nada que haya en el cielo, en la tierra o debajo de la tierra es más poderoso que la sangre del Cordero. Por eso, cuando nosotros llegamos a nuestras casas y las consagramos declarando que su sangre preciosa esté, cuando oramos por nuestros hijos que están lejos o cerca y los encomendamos a los efectos de la sangre de Jesús no hay pensamientos, ni nada que pueda ir en contra de esa sangre derramada.

La sangre de Cristo no es algo que necesitamos solo una vez en la vida, sino es por lo que vivimos, es en lo que caminamos.

El Cordero los vencerá, ellos vencerán con la sangre del Cordero y con el testimonio de sus palabras, nos menciona Apocalipsis. Él es no solo el Cordero que fue, no solo el Cordero que es, sino también el que ha de venir. El Cordero Inmolado que quita el pecado pisará este mundo nuevamente y la tierra tendrá que responderle. Los que traspasaron al Cordero le verán y toda lengua confesará, realmente él es el Mesías, es el Señor y todos los que han creído con él, volverán con él para reinar para siempre.

Si Dios tuviese que desgarrar toda la maldad hubiésemos desaparecido, la maldad ha caudado efectos en nosotros, nos lastima, nos hiere y no es tanto el problema de las heridas que hemos recibido. El problema de la maldad son las heridas que hemos infringido, los pecados que nos han llevado a romper relaciones, a maldecir a otros, a menospreciar, cargar con eso tiene mucho más peso, pero hay una manera de ser libres y es por medio de la sangre del Cordero.

La sangre del Cordero une familias, transforma corazones, acorta las distancias, abre el camino para que el Espíritu Santo tenga con nosotros una vía libre de contacto. Rompe con la historia del pecado que nos sigue para que una nueva historia sea conocida.

Por la sangre del Cordero es que nosotros vamos a completar la historia. El Cordero en los libros históricos, en las profecías bíblicas, en los evangelios, los discípulos adoptan la forma de Jesús pues ven en el sacrificio de su maestro la manera de llevar a Cristo al mundo y es por eso que se sacrifican para dar a conocer a Cristo en todas las naciones de la tierra. El Cordero en Apocalipsis viniendo a vencer.

Somos hermanos de sangre, por nuestros cuerpos corre la sangre del Cordero, fuimos comprados, redimidos, fuimos perdonados, esa misma sangre nos conecta. Nuestros hijos bendecirán naciones por la sangre del Cordero, nuestros nietos alcanzarán otros lugares. Que seamos hallados dignos no para construir templos más grandes, sino de tener una iglesia de mayor impacto que esté dispuesta de entregarse cada día más para que la sangre del Cordero sea reconocida. Que en las ciudades donde podamos llegar, la gente sepa honrar a Jesús, para que nuestras comunidades no seamos nosotros los famosos, sino que Cristo sea puesto en alto. Que haya temor de Dios en los gobernantes, en las calles declarando: “Bendito es el Cordero, Él es digno de recibir toda la gloria y toda la honra. Él es digno de recibir todo nuestro servicio.”

Honramos la sangre de Jesús no porque vivimos para pagar su sacrificio, sino para que cada gota de esa sangre valga la pena.

 Podemos vivir salpicando la sangre del Cordero a nuestros vecinos, a nuestros amigos, a nuestras familias, la sangre del Cordero es vida y donde la vida está la muerte debe retroceder. Lo que abre la tumba es el poder del Espíritu de la resurrección. Jesús resucita por el poder de la sangre, el infierno no lo puede resistir, la tumba se abre, el cielo se abre y el Cordero Inmolado toma su lugar en el trono.

Miremos la belleza del Cordero de Dios, hay una belleza en Jesús. Isaías nos dice que no tendrá parecer físico para que no le deseemos, pero es una belleza que va más allá de la estética. Hay una belleza donde Dios siendo perfecto se hizo imperfecto, que el Dios eterno se haya hecho temporal, hay una belleza en esas manos traspasadas, en la calidez de su corazón, en el sonido natural de una voz humana. Hay una belleza en un Dios que se acerca a nosotros tomando nuestra forma que es incomparable. Si podemos ver al Cordero de esta manera, lo vamos a poder hacer parte de nuestras vidas, de nuestras familias de nuestras comunidades, entonces los tiempos se van acelerar.

El corazón de Juan se estremece, la historia está sellada con siete sellos, ¿Quién puede desatar esos sellos? ¿Quién puede resolver esos juicios? ¿Quién puede acabar con tanta injusticia, con tanta maldad acumulada a lo largo de toda la historia? ¿Quién puede ponerle fin a tanto pecado, a tanta muerte? Juan se estremece, llora, y el cielo declara

< ¡No llores, porque hay uno digno!> El Cordero Inmolado es digno, uno a uno desata los sellos, y a medida que eso sucede la justicia de Dios se establece sobre la tierra, hasta llegar al último donde su justicia y su plenitud será restaurada sobre todas las cosas.

Por él vivimos, por él morimos. La marca del Cordero, es su sangre sobre nuestras vidas.

Cada vez que el Cordero entra en escena, en el cielo se canta. Cada vez que hay una revelación del Cordero el cielo no lo puede resistir, los ángeles de pie declaran “¡Digno es el Cordero, toda la majestad, toda la sabiduría, todo el imperio es para él!” Cada vez que el Cordero entra en Apocalipsis, los veinticuatro ancianos que representan toda la historia de la humanidad desde las doce tribus hasta los doce apóstoles arrojan sus coronas. Cada vez que el Cordero entra en escena los redimidos, los comprados, con su sangre declaran su dignidad.

“Corramos al poder de su sangre, arrojemos nuestras necesidades a los pies del Cordero. Mientras el Cordero es adorado la justicia de Dios se desata, mientras es glorificado la justicia de Dios se libera. Mientras es honrado la salvación se desata, Satanás es juzgado. El Cordero es digno de desatar toda la historia de nuestras vidas, él es digno de recibir toda la gloria, todo el honor y toda la alabanza. Declaramos que Jesús es digno, he aquí el Cordero Inmolado que quita el pecado.”

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