Piedra libre

13 de abril de 2024

Comenzamos este segundo trimestre hablando del “QUE ERA”, en Apocalipsis 1:8 nos dice que “Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso” (esta es la palabra que seguimos este año). Nos estamos sumergiendo en Jesús. El primer trimestre nos sumergimos en “EL QUE ES”, en Emanuel, Dios con nosotros donde leímos los evangelios. Ahora nos introducimos en EL QUE ERA haciendo énfasis muy especial en que Jesús quien siempre ha estado para nosotros, en nuestra historia pasada, está en el presente y que volverá para que reinemos con él. Pero también eso habla de un cuidado permanente de Dios sobre nosotros.

En este trimestre debemos buscar una revelación de Jesús en el Pentateuco (desde Génesis a Deuteronomio) el cual fue escrito por Moisés y también debemos buscar a Jesús en los libros históricos de la Biblia (Josué, Jueces, Rut, 1º y 2º de Samuel, 1º y 2º Reyes, 1º y 2º Crónicas, Esdras, Nehemías y Ester). Jesús es desde el Génesis al Apocalipsis y cuando lo comenzamos a buscar en la historia nos encontramos con EL QUE ERA y vemos las características que necesitamos en determinados momentos.

Leer la Biblia es buscarlo a él, leer la Biblia es más que encontrar respuestas para nuestro dolor. Cuando nuestra búsqueda y nuestra hambre se tornan alrededor de encontrarnos con él, lo podemos ver en cada momento y espacio. Más que nunca debemos leer la palabra del Señor, cada día, a cada momento, no vamos poder sostener nuestras vidas y nuestras familias si no es buscando a Jesús a través de las escrituras.

La Biblia se lee con propósito y por supuesto en la búsqueda nos va a traer palabras de consuelo, palabras de esperanza. Pero, versículo tras versículo nos revela a la persona más importante que es JESÚS.

Todo el Antiguo Testamento lleno de símbolos y señales que marcan como sería el retorno de Jesús.

1º Corintios 10:4 (NTV)

Esto es un mensaje de corrección de Pablo a la iglesia de Corintios, les recuerda que sus antepasados bebieron del agua espiritual de la roca que viajaba con ellos y esa roca era Cristo. ¿En qué contexto les dice Pablo a los Corintios esto? Es un llamado de atención para que no hagan lo mismo que sus padres hicieron. Quienes estando en el desierto, Dios les proveyó agua viva de una roca pero ellos no se portaron bien en esa ocasión. ¿A qué momentos se refiere del Antiguo Testamento cuando habla de la roca?

El primer momento está en Éxodo 17:6-7 (NTV) que nos cuenta la historia donde el pueblo de Israel cuando sale de Egipto y encontrándose en el desierto empiezan a tener sed, pero comienzan a quejarse diciendo que Dios no está con ellos. Entonces, Dios llama a Moisés y le dice que vaya a la roca que está en el monte Sinaí (el cual era el monte donde el Señor se manifestaba) para que le hable a la roca, pues de esta saldrá agua y esa será una señal de que Dios estaba con él. El pueblo dudaba y desafía a Dios tentándolo, declarando que el Señor se había olvidado de ellos y que iban a morir en ese lugar. Dios les habla a Moisés y a Aarón haciéndoles ver que les dará agua la cual será una prueba de que el Señor estaba con ellos.

Recordar lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, recordar cómo él ha sido fiel en los procesos nos lleva a vivir y a caminar con fidelidad.

Nosotros también muchas veces nos olvidamos de todo lo que Dios hace con nosotros, de las buenas cosas: de cómo hemos sido amados, de cómo hemos sido cuidados, de cómo nos ha perdonado y nos ha sacado de nuestro dolor una y otra vez. Qué mala memoria tenemos para recordar el favor de Dios. Por eso, la palabra “alabanza” es tan importante, porque es glorificar a Dios por sus hechos poderosos siendo agradecidos, para que glorificando a Dios por lo que él hizo nunca olvidemos que aquel que ERA, que ES y que HA DE VENIR está con nosotros.

Pablo nos saca de toda duda, porque expresa que esta roca que habla Éxodo es Cristo, es la roca que fue herida para que nosotros vivamos. Es la roca que fue golpeada para que nosotros seamos salvos, es la roca que fue quebrada para que nosotros no vivamos en un desierto permanente.

Moisés y Aarón representan el sacerdocio santo del Señor, ellos ejecutan la orden golpeando la piedra y cuando la piedra es herida, el agua sale a chorros convirtiéndose en un manantial que mantiene con vida al pueblo para transformar el desierto en un lugar de descanso. Cristo es la roca de vida y como dice la escritura “aquel que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva” lo que Jesús hace es una descripción de el mismo.

El segundo momento está en Números 20:11-12 (NTV) ¿Qué pasó? La misma historia que en Éxodo pero acá Moisés se equivoca, el Señor le dijo que no le pegara a la roca, sino que le hablara, pero Moisés desobedeciendo le pega. Entonces, Dios se enoja con Moisés y Aarón haciéndole ver a Moisés que otra vez dejó que su enojo le ganara, que su carácter lo controlara y que sus emociones lo dominaran. Más allá de que Moisés le trata de explicar a Dios de por qué lo hizo, el Señor le muestra que está justificando su desobediencia y que por ese motivo no va a poder entrar a la tierra prometida ni él, ni Aarón.

La desobediencia no tiene grados, ni jerarquías, la desobediencia corrompe la santidad, y lo que corrompe la santidad no permanece. Dios fue muy bueno porque igual salió agua de la roca, aunque Moisés desobedece y le pega en lugar de hablarle a la roca, igual sale agua. La gente igual bebe de esa agua, porque así es Cristo, él no puede retener su naturaleza, no puede retener su amor, pero que haya resultados no significa que Dios este aprobando la situación.

La roca que al comienzo de la primera historia, fue la que proveyó de salvación y de agua. Ahora es la roca de justicia que marca y determina que es lo que está bien o mal y donde se queda Moisés.

La roca es Cristo y Cristo es la iglesia ¿Cuándo nosotros le pegamos a la roca? le pegamos a la roca de nuestra salvación cuando maldecimos a nuestro hermano, cuando hablamos mal de nuestra congregación, le pegamos a la roca de nuestra salvación cuando sabiendo que debemos obedecer. En desobediencia tomamos decisiones arbitrarias en contra de los principios que Dios nos da para construir nuestra familia. Pablo es duro con esto, les advierte de no estar pisoteando la sangre de Jesús. ¿Cuándo pisamos la sangre de Jesús? Cuando para la gente que ha sido comprada con esa sangre, nos convertimos en un factor de división, de ruptura, de quiebre, cuando en nuestras mesas maldecimos en lugar de bendecir.

Hay muchas personas que abrazan la fe pero hacen lo que quieren con esa fe, que sabiendo que es lo correcto arbitrariamente toman decisiones en desobediencia,  construyendo relaciones, lastiman hermanos, caminan sin integridad y después beben de la roca. Qué fuerte que es que frente a esta situación Moisés y Aarón quedan afuera.

Muchas veces vemos gente en el liderazgo que alcanza grandes cosas pero que viven amargados, viven enojados, viven con tristeza, viven defendiendo sus propios logros sin poder disfrutar de aquello que Dios le entregó. Esa es una de las maldiciones más tristes, desgastar nuestra vida para después no poder disfrutarlo, ¡es muy fuerte! Porque el agua de vida fluye, la tomamos y no la podemos saborear, ni disfrutar.

Jesús es la roca, la que nos da amparo, que nos da refugio, la roca de la cual brota agua de vida pero que también es la roca de justicia.

Jesús en el Antiguo Testamento se revela como la roca tantas veces, en los Salmos dice el rey David “él es mi amparo y fortaleza, mi refugio contra la tormenta, él es la roca sobre la cual yo me apoyo”. Él es la roca sobre la cual Jacobo apoyó su cabeza usándola como almohada, el cielo se abrió y hubo revelación. Es la roca de cada altar que trajo el cielo a la tierra, es la tierra que fue formada en Génesis, de la cual se desprende la vida y todo lo que hay. Aun el planeta en el que vivimos es una roca y tiene la forma primigenia de aquel que es la roca de nuestra salvación. Él está en la piedra que golpea a Goliat y también está en cada una de las piedras del templo que atrae el cielo a este lugar.

En el Nuevo Testamento también aparece como la roca que nos da amparo y fortaleza. En San Mateo 7:24 nos habla de aquel hombre sabio que construye sobre la roca y que al venir la tormenta, su casa va a prevalecer.

Cuando Pedro declara ¡tú eres el Hijo, el Cristo, el Hijo del Dios viviente! Jesús le menciona que eso no se lo había revelado ni sangre, ni carne y que sobre esa afirmación él iba a construir su iglesia. Jesús es la roca y la actitud que tenemos frente a esta realidad define si entramos o nos quedamos afuera, pero no hablamos de entrar o salir del cielo porque eso es por gracia, estamos hablando de vivir el cielo acá. Estamos hablando de disfrutar en medio del desierto sobre el cual estamos caminando, hablamos de honrar el sacrificio de Jesús con nuestra obediencia.

Despreciamos la roca de nuestra salvación cuando nuestra fortaleza está puesta en otras cosas que no son Cristo.

1º Pedro 2:4-9 (NTV)

Pedro nos dice que Jesús es la piedra fundamental sobre la que se construye la iglesia, él es la piedra viva, la que sostiene todo lo demás y sobre eso toma piedras que son igual que él. Las cuales, son piedras vivas con las que construye un templo que conecta el cielo con la tierra. Las piedras vivas son piedras que no fueron tocadas por la mano del hombre, eran las piedras que se usaban en los altares, cuando había una victoria del pueblo de Dios.

Cuando Dios abría un rio se tomaban piedras que no habían sido tocadas por la mano del hombre y las acomodaban apilándolas una al lado de la otra para levantar ese altar. Una piedra viva era como la que mato a Goliat, esa piedra empezó en algunas de las montañas del Neguev, se desprendió, erosiono y con el paso del tiempo cayó en un arroyo. El cual, la arrastró, la golpeó llevándola por diferentes lugares hasta que quedo redonda y un día el pastor de belén pone la mano en ese arroyo, la encuentra con la forma ideal para colocársela en la cabeza del gigante y así darle al pueblo de Dios una gran victoria.

Estamos en la roca, construimos nuestra casa, tenemos nuestra vida, cuando todo lo demás falla, él no nos falla.

Asimismo cada uno de nosotros somos arrastrados por el rio de la vida y tenemos traumas, conflictos, virtudes, dones pero cada cosa que vivimos en nuestras vidas están en el plan de Dios. Las peleas, los designios, los malos entendidos, fluimos por el río de la vida hasta que de repente aparece Cristo que es la roca. Él pone la mano en ese arroyo y declara que ya no andaremos de acá para allá, sino que nos pone sobre él y nos conecta con otras piedras vivas que también Él rescató para construir un templo donde el Rey de Gloria habite para siempre.

Cada una de nuestras vidas tiene la forma de Cristo, si él es la roca y hoy nosotros estamos acá es porque somos la roca eterna que él escogió.

 Pedro más adelante relata el poder que hay en una roca viva que está anclada en Jesús. También declara que viene un tiempo de prueba. Y la prueba que se avecina sobre nosotros es como el oro que es probado por el fuego, seremos afinados y al ser probados como por fuego le daremos la gloria a Cristo a través de nuestro sacrificio. Y, ese sacrificio será una esperanza de fe que ilumine las naciones. (1º Pedro 4)

Cuando el apóstol Pedro habla del fuego de la prueba, está hablando de lo que sucedía en ese momento con sus hermanos, con su familia. En Roma había un emperador loco que se llamaba Nerón, que perseguía a los cristianos, los ataba en palos en el palacio y los prendía fuego, mientras tanto él se paseaba con su carro, cantando y viendo cómo los cristianos eran quemados vivos. Pedro ve esto y declara que el fuego de esa prueba no podrá hacerles nada, porque las piedras que están ancladas en la roca que es Cristo soportan el fuego de la prueba porque ya no tienen voluntad propia, sino que están conectadas a la roca que es Cristo. Así como Cristo sufrió y venció a la muerte, ellos cuando son probados, cuando son llevados al fuego, son refinados.

El sacrificio no nos puede detener porque no solo hemos bebido de la roca, sino que permanecemos en obediencia, en la roca. Convirtiéndonos en piedras vivas, siendo un testimonio poderoso de la gloria de Dios en la tierra.

Somos más fuertes de lo que pensamos, somos más fuertes de lo que creemos, no por nuestras cicatrices, no por la capacidad de resiliencia, no por nuestro carácter, somos fuertes cuando estamos anclados en Cristo de tal manera que nuestra voluntad está sometida a su voluntad. Cuando somos puestos a prueba en nuestra integridad, en nuestro valor, en nuestra vida, cuando somos puestos a prueba en nuestra moralidad, en nuestras decisiones, la roca que es Cristo es nuestra fortaleza.

Cuando Jesús está hablando del final de los tiempos y los discípulos están en la Pascua, estos le comentan lo lindas que son las piedras del templo, a lo que Jesús le responde que de eso no quedaría nada, que eso sería derribado y que en tres días lo volvería a construir. ¿Qué está diciendo Jesús? Está diciendo “Yo soy la roca”, esas piedras que representan religión no tienen valor, esas piedras apiladas que representan a la cultura del hombre no tienen valor. Yo soy la piedra, dice Jesús, la piedra que ha descendido del cielo, que será sometida a la presión de las circunstancias y que resucitara al tercer día.

Cuando Jesús es crucificado lo ponen después en una tumba y colocan en la puerta una piedra. Esta piedra que está frente a la tumba, que representa a los intentos de la humanidad por callar a Cristo, que representa a los intentos del infierno por apagar la voz de la piedra verdadera, no se puede detener porque esta piedra viva resucita al tercer día. La piedra falsa cae y él se sienta en el trono a la diestra del Padre. Un día Jesús, la roca, volverá, pero no volverá como la piedra del calvario, la palabra acerca de la ciudad celestial nos dice que las calles son de oro, que las puertas son de piedras preciosas.

Cuando el Rey de Gloria venga ya no será la misma piedra, sino que será la piedra preciosa, sus ojos como llamas de fuego, sus pies como el bronce, sus cabellos como blanca lana. Porque después de todo una piedra preciosa no deja de ser una piedra, que ha sido sometida bajo la presión de muchas cosas y que habiendo sido probado permanecerá para siempre.

Jesús ve las piedras del templo, observa a los cambistas y se enoja, porque ese templo no había sido construido para eso. Declara que se ha convertido en una cueva de ladrones, cuando él había venido para establecer una casa de oración para todas las naciones. La justicia de Dios se apodera del Dios de amor, y con un látigo comienza a voltear las mesas.

¿Qué está diciendo el Señor en ese momento? Que no repitamos la historia. Que no seamos como aquellos que bebieron de la roca, pero por su desobediencia se quedaron fuera. Que no caigamos en la tentación de vivir solo de las bendiciones de Dios mientras permanecemos en pecado. Que no nos escondamos detrás de sus beneficios, sin comprender que nuestra verdadera labor es permitir que Dios construya su iglesia con nosotros como piedras vivas.

Desde la roca que es Cristo fluye el agua de vida que es el perdón que nos ayuda a sanar las relaciones, que nos ayuda a arrepentirnos de todo lo que sucede. Cuando Jesús es crucificado y la lanza atraviesa su costado, sale agua y sangre, el agua que da vida, el agua que es nuevo nacimiento, pero también sangre, la que redime, la que nos compra de toda tribu y nación. La sangre que le da propósito a estas rocas que anduvieron rebotando por todos lados pensando que no servían para nada y de repente la mano del Hijo del Hombre, la mano de la roca eterna que es Jesús, la mano marcada por los clavos, nos tomó declarando que somos de su pertenencia, que somos piedras vivas para que todo lo que construyamos, lo hagamos en él.

Todo lo que construyamos en la roca que es Cristo durará para siempre. Nuestras familias, nuestras relaciones, nuestros negocios, nuestras vidas, nuestras carreras, nuestros sueños, todo lo que construyamos en la roca que es Cristo durará para siempre.

“Salmo 95:1-11 (NTV)    ¡Vengan, cantemos al Señor! Aclamemos con alegría a la Roca de nuestra salvación. Acerquémonos a él con acción de gracias. Cantémosle salmos de alabanzas, porque el Señor es Dios grande, un gran Rey sobre todos los dioses. En sus manos sostiene las profundidades de la tierra y las montañas más imponentes. El mar le pertenece, pues él lo creo; sus manos también formaron la tierra firme. Vengan, adoremos e inclinémonos. Arrodillémonos delante del Señor, nuestro creador, porque él es nuestro Dios. Somos el pueblo que él vigila, el rebaño a su cuidado. ¡Si tan solo escucharan hoy su voz! El Señor dice <No endurezcan el corazón como lo hizo Israel en Meriba, como lo hizo el pueblo en el desierto de Masá. Allí sus antepasados me tentaron y pusieron aprueba mi paciencia, a pesar de haber visto todo lo que hice. Durante cuarenta años estuve enojado con ellos y dije: Son un pueblo cuyo corazón se aleja de mí; rehúsan hacer lo que les digo. Así que en mi enojo jure: Ellos nunca entraran en mi lugar de descanso>.”

No caminemos en desobediencia, no nos quedemos afuera por el enojo, por el pecado, por la apatía, resolvamos lo que debemos resolver. Tenemos roca, tenemos el llamado de hacer de Cristo la roca angular sobre la cual él construye un templo vivo que es su iglesia. Para que cuando Él regrese como piedras vivas estemos encendidas adorando y juntos podamos entrar en el descanso del Señor para disfrutar de lo que él tiene para nosotros.

 

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