
6 de abril de 2025
1º Samuel 27:1-12 y 28:1-2
Vemos en este pasaje a David, el ungido, quien tenía propósito, poseía un llamado. Era un hombre con destino que fue tomado detrás del redil de las ovejas, llamado al servicio pues los ojos de Dios fueron puestos sobre él, pero había perdido el foco. David es un hombre que mata al gigante Goliat y luego de ello huye hasta que llega a la cueva de Adulam. Es David encontrándose con David mismo, mata a Goliat pero inmediatamente se encuentra con otro gigante que se llama Saúl. Este gigante Saúl lo perseguiría por diez años, con el propósito de matar al Saúl que David llevaba adentro. David iba a ser el próximo rey y la única referencia que tenía de liderazgo era la vida de Saúl. Pero Dios permite que este hombre empiece a perseguirlo después de haber matado al gigante.
Muchas veces hay gigantes que nosotros matamos y que nos promueven. Hay gigantes que quizás nosotros vencimos, que derribamos en nuestras propias vidas, teniendo una gran victoria y ese gigante, nos promueve.
El gigante que David mató lo llevó a ser rey, lo colocó en el palacio. Pero también nos sucede que matamos a ese gigante teniendo victoria pero inmediatamente se levanta otro para pulirnos, para formarnos, para darle forma a aquello que Dios quiere para nosotros.
Dios había ya desechado a Saúl, pues era un rey que estaba en el reino, que tenía posición pero no tenía presencia y eso solamente lo sostenía. David estaba en proceso de formación y se encuentra en la cueva con el mismo, viene de matar a Goliat, pero se esconde porque ahora era perseguido por Saúl. La cueva tiene su cultura, tiene su sistema, dentro de esa cueva había gente. David escribe el Salmo 142 estando en la cueva “Saca mi alma de la cárcel, para que alabe tu nombre; me rodearán los justos, porque tú me serás propicio.” (v.7)
En la cueva se encuentran los amargados, los pobres, los delincuentes, los que eran desechados por la sociedad, pero David declara <Señor, yo sé que me enviaras gente buena, justa, siervos de Dios>. Y allí en la cueva se hizo líder de todas estas personas. Pero algo sucede en la cueva, vinieron sus padres y su sobrino Joab. La cueva es un lugar marginal y cuando se ingresa a un lugar marginal lo primero que se pregunta es ¿Por qué venís acá? ¿Qué hiciste? Entonces David les cuenta que lo está siguiendo todo el ejército de Israel. Lo que hace David entrando a la cueva (que es ese sistema que tiene esa cultura) es declarar lo que porta. David porta un sueño, una palabra, una unción, un llamado y aunque esta luchado lo tiene, entonces debe decir la verdad.
Dios no nos llamó a quedarnos en la cueva por más que este todo bien. Nos llamó a algo mucho mayor, no podemos perderlo de vista.
Cuando entramos a un lugar marginal y decimos la verdad de lo que portamos, la gente que nos escucha tiene dos opciones, o creernos o apedrearnos. Lo que David declara es lo que tiene en su corazón y las personas que se encontraban en la cueva le creen, comenzando a soñar como David de lo que sería su futuro.
Suceden dos cosas cuando entramos a un sistema, a una cultura, teniendo un llamado en nuestras vidas: o cambiamos la cueva o la cueva nos cambia.
Pero David cambió la cueva de una manera impresionante, la cambió a través de la adoración, del arte y de las escrituras. En la cueva sucedió la restauración familiar, David se encontró con su familia en ese lugar, el cual era marginal pero que después fue transformado. La cueva se convierte en una casa segura donde la gente comienza a sentir propósito y vida, la familia se restaura y el liderazgo de David comienza a fluir. Pero ahora viene una decisión fuerte que David debería tomar, o se quedaba en la cueva o salía de la misma.
David debe tomar la decisión o de quedarse en la cueva siendo alguien o salir para tomar el propósito que Dios le había marcado. Él sabía que si salía de la cueva inmediatamente iba a activar a Saúl, comenzaría la persecución nuevamente.
Hay batallas en el camino del propósito. Hay batallas que libramos donde fuimos levantados, donde nuestro testimonio fue escuchado. Esas victorias que fueron vistas por todos, pero hay victorias como la de David, que son las victorias de la cueva, las que no festeja nadie, de las que nadie se entera que las libramos. En estos procesos Dios va forjando en nuestro corazón el carácter. Y cuando llegue el momento en que nos encontremos con nuestro pasado podamos responder no a nuestra manera, sino a la de Dios.
Fue de la manera que lo enfrento David, pues soltó perdón sobre la vida de Saúl, de esa forma lo venció, no a los golpes sino con las herramientas espirituales. Entonces, Saúl se retira con su ejército. David en vez de celebrar la victoria se pone a pensar que llegara el momento en que Saúl lo mataría. Sabía que no tenía chances, pues Saúl tenía espías por todas partes.
Pero David se alista en las huestes filisteas, encontramos a un David luchando por su llamado, poniéndose al pie de guerra contra el lugar de su obediencia, poniéndose en contra de lo que Dios le había hablado, ¿Por qué? ¿Cómo llega David de ser ungido a convertirse en asesino, hasta escapar? Nos dice en 1º Samuel 27:1 que David dijo en su corazón; es decir no lo expresó pero en su corazón sintió ese pensamiento, algo que no soltó, que no expresó literalmente pero lo dijo en su corazón. Cuantas veces tenemos cosas que decimos en nuestro corazón que no nos atrevemos a ponerlas en palabras, que aunque no las expresemos están adentro. Y pensamos que nadie las escucha porque no las decimos, pero esos pensamientos son de muerte que hablan todo lo contrario a lo que Dios nos dice. El pensamiento de muerte es como un virus en la computadora, se va comiendo los mejores anhelos y sueños hasta dejarnos paralizados, pensando que es una realidad lo que pensamos, más que la realidad de la palabra. Muchas veces le creemos más a esos pensamientos que hablan internamente en nuestro corazón, los cuales nos llenan de temor y nos roban el propósito que a lo que Dios mismo declaro y para lo cual nos ungió.
David comenzó a luchar tanto con ese pensamiento en su corazón que se lo cree, empieza ese pensamiento de muerte a hacer invitaciones raras. David declara que en algún momento Saúl lo mataría por eso sería mejor fugarse. Eso es lo que hace el pensamiento de muerte, nos invita a irnos, de salir cuando nos vemos acorralados, cuando la situación se pone difícil, cuando estamos presionados, por eso la salida para el ser humano es escapar.
Cuando le damos espacio a estos pensamientos lo que hace con nuestras vidas es fugarnos, nos invita a irnos (le paso a Adán, a Jonás, a Judas). El pensamiento es clave por eso hoy debemos correr hacia donde Dios nos llama, porque el pensamiento de muerte nos invita a volver atrás. David se fue a la tierra filistea, pensó que lo iban a recibir con honores, en la tierra donde él había vencido a sus mejores referentes. David vuelve atrás con toda su familia nuevamente, con todos los que había sacado de la cueva. El que vuelve atrás nunca vuelve solo, no por maldad, sino por influencia, tenemos influencia en las personas.
Hoy es tiempo de retomar, de correr, de llegar, de entender que tenemos desafíos grandes, que los podemos alcanzar porque Cristo está en nosotros y con nosotros.
Cuando dejamos entrar esos pensamientos negativos en la vida es muy fuerte, David pide hablar con el rey, sin embargo, él era rey quizás no ejercido pero sí tenía la unción de parte de Dios, no estaba materializado pero sí en el proceso de lo que es.
Hay cosas que en nuestras vidas que no las tenemos pero sí lo somos porque Dios habló y todo lo que Él habla lo hace, todo lo que nos dice lo cumple. David era rey y quería una audiencia con el rey, pidiéndole un lugar porque declara que no es digno de vivir en la ciudad real. El pensamiento de muerte rompe nuestro valor propio. David antes no les pedía permiso a los filisteos, los mataba, conquistaba gigantes, hacía desastres, pero ¿Qué pasó? ¿El enemigo fue más grande o David más pequeño?
El pensamiento de muerte empequeñece nuestro espíritu, nos hace creer que todo es más grande que nosotros. Pero debemos entender que Dios es todopoderoso, que vive dentro de nosotros y que todo lo que hablo se cumplirá, lo hará.
David hacia incursiones pequeñas, en la tierra filistea estuvo alrededor de un año y cuatro meses. David estuvo todo ese tiempo apartado de su llamado. En un lugar donde no debía estar, con la gente con la que no se debía juntar, estuvo allí todo ese tiempo. Decidió contrariamente, tuvo miedo y corrió para salvar su vida. David puso en juego su llamado su propósito y por lo tanto el reino de Israel y la palabra profética que había sobre su vida. Cambió el propósito de Dios por algo más pequeño,
Dios no nos llamó a cosas pequeñas, nos llamó a cosas grandes.
Hay personas que se desvían, que salen del propósito fácilmente porque se ven atormentados, piensan que no pueden, pero no es con nuestras fuerzas, es el Espíritu Santo. Dios ve a David que estaba en Siclag, Dios sabe lo que le dijo, sabe lo que tiene, lo vio a donde estaba pero no soportó verlo que siga perdiendo su vida allí, haciendo cosas pequeñas, desviado del propósito por el cual él lo había llamado.
Entonces, Dios intervine en la vida de David. Se prendió fuego Siclag, se llevan cautivas a las mujeres y ahí es donde David vuelve en sí y se da cuenta a donde estaba, en esa situación difícil de crisis familiar, de crisis financiera porque le robaron todo y lo perdió todo. Entonces, vuelve a hacer lo que hace un año y cuatro meses no hacía, se puso a orar, a clamar, a pedirle a Dios qué hacer y ahí es donde Dios le dice: <¡Volvé al llamado, volvé a la obediencia, yo no te saque, vos te fuiste y hoy te vengo a buscar a tu Siclag y lo prendo fuego!>
Dios prendió fuego a Siclag, el lugar donde su hijo amado estaba perdiendo su vida. Quizás hoy haya en nosotros un Siclag que se deba y necesite prender fuego.
Mucho tiempo David pensó en abandonar su llamado, pero le faltaba poco tiempo para que Dios cumpla su palabra. A veces, en nuestras vidas nos pasa que falta poco para que se cumpla el llamado y por obedecer a esas voces de muerte nos rendimos, pero hoy Dios nos llama a no rendirnos porque fiel es el que llama, el cual también lo hará.
“Dios Todopoderoso, nos volvemos a vos siempre, estemos bien o mal, estemos con luchas, cargados de desafíos. Sos nuestro todo, sos suficiente, sos todo lo que nuestro corazón necesita. Dios es fiel, el Dios que nunca abandonó a David está con nosotros. Siempre Dios nos va a responder, no hay un padre en esta tierra que no responda al llamado de sus hijos, cuanto más nuestro Padre Celestial estará cuando lo necesitemos, siempre sabe a dónde estamos. Te amamos, Papá.”