Un regalo del cielo

30 de marzo de 2025

Vamos con ciertas preguntas que pueden surgir en nuestras vidas

¿Qué pensamos de la oración? ¿Podemos orar mal, o siempre oramos bien? ¿Podemos aprender a orar?

Vemos en los evangelios como Juan el Bautista les había enseñado a sus discípulos a orar y un discípulo de Jesús que vio esta situación le pide a Jesús que les enseñe a orar a ellos también, de allí que nace la oración del Padre Nuestro.

Cuando hablamos de Jesús y la cruz, sabemos que es uno de los regalos que Dios nos dio. La sangre del Hijo de Dios derramada en la cruz del calvario abre la puerta a muchos regalos y entre ellos, uno de los regalos más hermosos que nos dejó es la oración.

La oración requiere disciplina y un entrenamiento pero es más que algo que tenemos que hacer. Esto abrió el camino para que esa conexión sea permanente, pero no podríamos orar si no está el Espíritu Santo ayudándonos en esa tarea. Nos abrió el camino al Padre para que entremos confiadamente, nos dio el Espíritu Santo para que habite en nosotros, para que a partir de eso podamos llamar “Padre” al Dios que creo todas las cosas. Y que a través de esto podamos tener un diálogo constante con Dios para que nada, ni la vida, ni la muerte, ni lo bajo, ni lo alto, ni nada nos pueda separar de Cristo Jesús. Ese es el regalo más maravilloso que nos pueda dar.

La oración es la conexión del cielo con nosotros todo el tiempo y fue posible por la sangre de Jesús.

San Lucas 11:1-4 (NVI)

Lo primero que vemos que no es una fórmula mágica, sino que es un modelo. Hay algunas cosas que podemos ver en esta oración modelo, las cuales las vamos a mencionar a continuación:

Identidad, el Señor quiere afirmar nuestra identidad. Cuando oremos que lo primero que digamos sea “Padre” somos hijos.

Adoración: Dios es Santo y nosotros necesitamos expresar devoción, adoración, necesitamos exaltarlo “Santificado sea tu nombre”

Voluntad: “Venga tu reino” Jesús nos lleva a que le apuntemos a la voluntad del Padre cuando oremos. Y esto no quiere decir que dejemos nuestra voluntad afuera porque a Dios le interesa lo que pensamos, lo que deseamos, pero que debemos someterlo a la voluntad del Padre y conectarlo. Que podamos preguntarle ¿Cuál es su voluntad, qué desea para nuestras vidas?

Sustento: Jesús menciona el pan. Dios está interesado en darnos pan y provisión. Dios nos quiere dar lo que necesitamos. También más allá del pan físico para nuestros cuerpos necesitamos el pan espiritual que es la palabra de Dios para todos los días de nuestras vidas. El Padre nos da las dos cosas el pan natural y el pan espiritual.

Perdón: Nunca vamos a dejar de pedir perdón, mientras vivamos en la tierra lo vamos a necesitar porque vamos a fallar. Dios nunca va a dejarnos de perdonar, entonces no dejemos de pedir perdón. El perdón no es una licencia para pecar, no es algo que nos habilita a borrar algo y seguir adelante, sino que es poner un parámetro en la relación con la otra persona, el perdón nos ayuda a alinearnos. También debemos perdonar a quienes nos ofenden porque Jesús lo menciona en la oración.

Batalla: el Señor nos sitúa en una batalla espiritual cuando nos habla de la tentación. Nos menciona en la oración que debemos orar porque vamos a ser tentados siempre. Lo que no quiere decir que vivamos presos del pecado, siempre cayendo o que vivamos a la merced de nuestras debilidades, tenemos maneras de salir de esas debilidades (1º Corintios 10:13-14 NVI) Dios nos muestra la manera de resistir.

San Lucas 11:5-10 (NVI)

Impertinentes en la oración:

La palabra impertinente significa: que no viene al caso, que molesta de palabra o de obra, inoportuno, improcedente, inconveniente, desacertado, sangrón, excesivamente susceptible. Que muestra desagrado por todo y pide o hace cosas que está fuera de propósito.

Jesús menciona que debemos ser impertinentes en la oración, atrevidos. Jesús nos quiere ayudar en la actitud, nos quiere inyectar fe a nuestra actitud de oración. Nos dice que vamos a recibir lo que pedimos, vamos a encontrar lo que buscamos y se nos va abrir la puerta que estamos golpeando.

v.11

En este versículo nuevamente el Señor hace una comparación entre nosotros que damos buenas cosas a nuestros hijos, cuanto más nuestro Padre nos dará lo que le pidamos. Cuanto más el Padre no nos dará el Espíritu Santo, si en oración lo pedimos lo recibiremos.

El Padre no quiere dar al Espíritu Santo: Dios todo el tiempo nos quiere dar el Espíritu Santo, todo el tiempo lo necesitamos. El Espíritu Santo está todo el tiempo, pero la mayor barrera somos nosotros mismos, nuestros prejuicios, nuestra religiosidad, nuestras estructuras viejas y el Señor hoy viene a remover. No podemos vivir de historias que nos contaron acerca del Espíritu Santo, nosotros debemos tener nuestra propia relación. El Espíritu Santo es una persona que se manifiesta en muchos símbolos que vemos en las escrituras, pero es inmenso, no podemos limitarlo o estructurarlo. Los símbolos se usan para acercarnos a la dimensión de la tercera persona de la Trinidad.

Debemos tener una actitud de intimidad, podemos cerrar la puerta y entrar a orar para después salir, pero ahí no terminó nuestra intimidad, ahí recién comenzó. Si no abandonamos al Espíritu Santo él nos llevará, él va a fluir en nosotros. Quizás nos cuesta porque estructuramos a Dios, lo ponemos en nuestro cuarto de oración y ahí queda, pero después salimos y vivimos según nuestros parámetros.

La actitud de intimidad tiene que ser veinticuatro siete, no solo un momento, sino siempre.

¿Cómo entramos a ese lugar? Nos entregamos, nos rendimos. ¿Cómo salimos? Conectados con el Espíritu Santo quien nos habló en intimidad. Cerrar la puerta es encerrarnos en un lugar, pero también es cerrar la puerta a las distracciones, darnos cuenta de lo que nos desenfoca, nos distrae y quitarlo de nuestras vidas.

La intimidad congregacional: Dios nos ve como un solo hombre, como un cuerpo. Si alguno de nosotros está mal, todo lo demás también se perjudica. En la comunidad de fe somos absorbidos por el ambiente que se genera, estamos en un ambiente de intimidad y eso nos va transformando.

Transparencia: Debemos abrir el corazón, no ocultemos nada al Espíritu Santo.

Podemos ver en la historia de David cómo él sufrió la consecuencia de su pecado. Vemos a su primogénito Amnón como abuso de su hija Tamar. Absalón vio que no se hacía justicia y mando a asesinar a Amnón. Absalón se revela en contra de David y termina angustiado con todo eso. Pero en la Biblia, Dios hace ver que le agrada el corazón de David, no por su éxito moral porque no lo tuvo, sino por su transparencia, por su sinceridad, por su corazón que es como de barro. Se derrite una y otra vez delante de Dios y tiene solamente una meta, un objetivo, solo anhela una cosa que es la Presencia de Dios, solo le interesa estar con la persona del Espíritu Santo, David le dice a Dios: ¡No quites tu Santo Espíritu de mí!

David sabía lo que era ministrar la Presencia de Dios, sabe que ni su pecado lo puede alejar de ese lugar de oración. Lo único que le pide a Dios es que no aleje al Espíritu Santo, porque es el único que no lo deja fallar, es el único que lo conecta. Dios ama ese corazón, no todo lo que David hizo mal, sino la actitud de su corazón. Podemos tener esa actitud de desesperación, de un hambre por el Espíritu, es el único que nos lleva a una vida de oración. Todo el tiempo necesitamos ser llenos, pero necesitamos romper todo prejuicio, todo lo que nos aleja de su Presencia.

El Espíritu Santo es un sello, porque fuimos comprados. La garantía de que seremos redimidos por completo, el que trabaja en nuestra santificación, también el que intercede por nosotros de una manera que no podemos entender.

No depende de nuestras fuerzas, ni de nuestros méritos, sino que depende de la voluntad soberana de Dios, de su amor, de su fidelidad que decidió sellarnos con el Espíritu Santo. Un sello es para siempre, es eterno, ese es el sello del Espíritu en nuestras vidas. Nadie nos va a separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús. El Espíritu es fuego consumidor, él no se va alejar de nosotros porque su promesa es que iba a estar para siempre, es quien nos lleva a convicción de pecado. Es quien nos santifica, es quien nos entrena.

“No hagan que se entristezca el Espíritu Santo de Dios, con el que ustedes han sido sellados para distinguirlos como propiedad de Dios en el día que él les dará la liberación definitiva” Efesios 4:30 (DHH)

“No apaguen el fuego del Espíritu, no desprecien el don de las profecías, sométanlo todo a prueba y retengan lo bueno” 1º Tesalonicenses 5:19-21 (DHH)

“Gracias a Cristo, también ustedes que oyeron el mensaje de la verdad, la buena noticia de su salvación y abrazaron la fe, fueron sellados como propiedad de Dios con el Espíritu Santo que él había prometido. Este Espíritu es el anticipo que nos garantiza la herencia que Dios nos ha de dar, cuando haya completado nuestra liberación y haya hecho de nosotros el pueblo de su posesión para que todos alabemos su glorioso poder.” Efesios 1:13-14 (DHH)

”Y Dios es el que a nosotros y a ustedes nos ha afirmado al unirnos a Cristo y nos ha consagrado. Nos ha marcado con su sello y ha puesto en nuestro corazón el Espíritu Santo como garantía de lo que vamos a recibir.” 2º Corintios 1:21-24 (DHH)

“De igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros con gemidos que no pueden expresare con palabras.” Romanos 8:26 (DHH) 

Qué maravilloso tener a una persona que nos ame tanto, que esté tan comprometida con nuestra vida de oración, que nos quiera llevar tan profundo al corazón de Dios y que se nos dio a través de la cruz de Jesús.

Pero hoy nosotros como congregación podemos pedir más de su Presencia. Necesitamos de la persona del Espíritu Santo, nadie va a poder sostenerse sin oración y para orar necesitamos de su persona. No es un mérito nuestro, no lo podemos construir nosotros, es el Espíritu Santo trabajando en el corazón de una persona que lo dejó y se rindió.

El Espíritu Santo y la oración es todo lo que tenemos, es todo lo que necesitamos, con la oración vamos a permanecer encendidos hasta que venga el amado. Hasta que venga a redimir todas las cosas y cuando venga verá en cada persona un sello, una marca del Espíritu Santo. Y todos los que tengan el sello serán redimidos por completo en el nombre de Jesús.

“Espíritu Santo, llénanos otra vez, necesitamos más de tu persona, tenemos hambre y sed, necesitamos voluntariamente rendirnos. Espíritu Santo, te necesitamos, no lo sabemos todo, revélanos, restáuranos, sana nuestras heridas. Te amamos, Espíritu Santo, sos el tesoro más grande que podemos tener, queremos tener una relación contigo, necesitamos de tu persona, queremos ser odres nuevos. Rendimos toda religiosidad, toda apatía, todo ego, todo juicio, transfórmanos a tu manera, nos entregamos, Espíritu Santo.”

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