El poder de la sangre
19 de marzo de 2023
Como iglesia estamos leyendo el libro de Hebreos que nos enseña que en la antigüedad había una casa llamada templo y allí se ejercía un punto de encuentro como una liturgia para que el pueblo pudiera conectarse con Dios. La forma que el Señor había establecido era ese espacio físico, donde una vez al año el sumo sacerdote entraba para presentar el sacrificio de un cordero para que por medio de su sangre el pueblo de Dios fuera perdonado de sus pecados. Esto era parte de un proceso donde Dios nos revelaría su plan final, que era entregar la vida de su hijo para el perdón de nuestros pecados.
Hebreos 9:11-28 (NTV)
El símbolo de la sangre es fuerte, es especial, es vida. La sangre habla, cuando vamos a Génesis donde Adán y Eva están en el jardín del Edén teniendo un contacto permanente con Dios, el pecado ingresa y podemos ver como la contaminación entra en ellos. A través de sus dos primeros hijos Caín y Abel podemos ver por primera vez la sangre en la humanidad. Caín lleno de envidia y celos arrastra a Abel y lo asesina impunemente, Dios luego se le aparece y le reclama a Caín la vida de su hermano, a lo cual él le responde que no es guarda de su hermano tratando así de darle explicaciones a Dios. Caín ya tenía la sangre contaminada de su papá porque cuando Dios descubre que estaba en pecado lo primero que atina Adán es esconderse.
Sabemos que no hay manera de escondernos de Dios ni menos encubrir lo que hay en nuestro corazón pero Caín que ya tiene la sangre de su papá no se hace cargo de nada. Dios le hace ver que la sangre de su hermano Abel clama desde la tierra por justicia. Dios interviene y hace justicia por esa sangre derramada.
Nunca debemos olvidarnos del poder que tiene la sangre de Jesús.
La sangre habla, en la sangre está la vida, de allí se lee quienes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro origen, de qué manera nos deben medicar si es que estamos enfermos pues a través de un análisis de sangre se puede descubrir todo ello. Pablo nos explica en Hebreos que en el Antiguo Testamento se tomaba un corderito y con la sangre de este animal se purificaba a la gente, como un símbolo que la vida inocente que caía sobre las personas las redimía de sus pecados, pues ellos no podían ser limpios por sí mismos porque su sangre ya estaba contaminada por el pecado.
Pablo explica que eso fue en la antigüedad y aunque fue un símbolo nos trajo hasta acá. Fue un símbolo de lo que Jesús vino hacer. El Dios eterno se hace hombre y su vida está en la sangre derramada, por eso Pablo nos menciona que una vez al año el sumo sacerdote derramaba sangre y Dios los perdonaba
Dios podría haber elegido cualquier figura pero eligió la forma de un cordero inmolado, quien cargó el precio de nuestro pecado, no abrió su boca, fue traspasado, lo tuvimos como herido, como quebrantado y por medio de su sangre derramada hoy nosotros tenemos salvación.
En la antigüedad el pecado entra y corrompe la tierra, cuando Dios le dice a Adán que al entrar el pecado deberá desde ese momento trabajar la tierra con el sudor de su frente, pero esta le dará espinos. El pecado corrompe la matriz de Eva por eso Dios le dice que dará a luz a sus hijos con dolor. Sin embargo cuando Jesús viene toma ese dolor, toma la maldición, toma todo lo corrompido a causa de nuestra maldad y derrama su sangre. En la cruz del calvario su cuerpo es desgarrado, sus manos son traspasadas, sus pies y su costado cayendo su sangre en la tierra maldita. La corona de espinas es clavada en sus sienes y la sangre toca esos espinos que son símbolo de maldición y esa sangre poderosa no se presenta delante de los hombres sino que Jesús lo hace delante de Dios pero como sumo sacerdote y sacrificio. Delante de su padre declara que la humanidad no podrá con su historia, con su vida por eso presenta su sangre para que a través de ella puedan ser redimidos y reciban una nueva herencia. Entendemos que no se puede recibir una herencia sin el que nos hereda no muere antes.
Jesús derramó su sangre y murió para que nosotros hoy podamos disfrutar de una herencia celestial. Creemos en un Dios que murió y resucitó pagando con su sangre un precio altísimo, la sangre es la vida y en la vida está el poder de vencer la muerte.
La muerte es ausencia de vida por eso la persona que no conoce a Jesús vive muerto en vida, no tiene esperanza, no tiene un modelo que seguir, no puede ser limpio por sí mismo y aunque lucha llega un momento donde ya no puede seguir peleando. La persona se rompe, se agota, se quiebra porque hay una sola manera de alcanzar el perdón y es por el derramamiento de sangre del cordero. Hay cosas de las cuales nos acostumbramos y empezamos a hablar como si fueran las noticias de mañana, hacemos las cosas por rutina y nos olvidamos del peso que tiene la sangre derramada, nos olvidamos que cada uno de nosotros estamos sentados en la iglesia, no por una oportunidad que nos dio alguien bueno, sino que estamos gracias a que el cordero derramó su sangre para que tengamos vida eterna.
No estamos solo para ver si mañana funcionan las cosas o no, lo que nos conecta es que Jesús se presentó frente al Dios eterno y rasgó el cielo para nosotros dejándolo abierto para que algún día regrese para que reinemos con él para siempre. Al derramar su sangre ya solucionó el problema del pecado, ya lo derrotó, pero ahora depende de cómo lo gestionamos nosotros, en la cruz del Calvario cuando es azotado, esas gotas de sangre salpican la tierra y cuando muere diciendo consumado es, la sangre del cordero penetra la tierra. Cuando llevan el cuerpo sin vida de Jesús, el infierno hace fiesta, pero se dan cuenta que esa sangre derramada que penetra la tierra no es el fin de todo, sino el principio de todo, el poder de esa sangre somete al infierno y a la muerte quitándole la autoridad. Cuando Jesús resucita al tercer día se le revela a sus amigos, pero también va a la presencia del Padre y con su sangre derramada confiesa que ya le pertenecemos porque hemos sido comprados con su sangre preciosa, ya no pertenecemos más a la religión o al pecado. Jesús se derramó para que una iglesia viva se levante en el mundo y cuando su sangre cubra la tierra a través de ellos pueda abrir los cielos para volver y reinar por siempre juntos.
Si Jesús en la cruz sembró toda su sangre para redimirnos ¿Qué va a esperar? ¿Que solo vayamos los domingos a la iglesia, que seamos piadosos y religiosos? sabemos que si Dios derramó toda su sangre por nosotros, lo que espera es que derramemos nuestras vidas por completo para vivir para él. Vivimos un evangelio del cordero inmolado que nos compró con su sangre preciosa, podemos darnos cuenta muchas veces que no valemos el precio que Jesús pagó.
Si creemos en un Dios que derramó toda su sangre, ¿Qué pensamos que ese Dios esperara de nosotros? Él nos separó del pecado y de la muerte para tener propósito, él nos eligió para que derramemos nuestras vidas por su persona.
La sangre es vida, cuando derramamos nuestras vidas no estamos haciendo otra cosa que derramar nuestra sangre, durante mucho tiempo la sangre del pecado manejó nuestra vidas, debido a quienes fueron nuestros antecesores, cuál es nuestra descendencia y terminamos todos de la misma manera, pasando por abusos, heridas, pero de repente Jesús nos recuerda que él nos compró en la cruz con su sangre para cambiar nuestras historias y la de nuestras familias.
En nosotros ya no está la sangre de los abusos, de las heridas, de la maldición, sino que está la sangre del cordero inmolado, del hijo de Dios, de aquel que nos compró por siempre y para siempre. Satanás ha copiado la hechicería, el ocultismo, el tarot ismo, han copiado el derramamiento de sangre para maldecir personas, durante mucho tiempo hemos vivido con temor por ello y no podemos ignorarlo, pero menos podemos ignorar la sangre que vive dentro nuestro. Tenemos que volver al poder de la sangre y entender que cuando Dios nos pide que derramemos nuestras vidas nos está diciendo que a donde nos movemos va el poder de su sangre. Ya no dejamos toda nuestra vida en una empresa, en un negocio para sobrevivir una semana más, para recibir un poco más de aplausos, sino que Dios nos declara que su eternidad está en nosotros. En el lugar donde nos movemos es para entender que fuimos puestos por Dios para ser la voz de autoridad allí, no importa lo que hacemos o que jerarquía tenemos, sino que cuando llegamos a esos lugares el poder de la sangre de Cristo llega con nosotros actuando, cambiando ambientes y realidades.
La iglesia de Cristo que somos nosotros los cuales fuimos comprados con su sangre, cuando comenzamos a derramar nuestras vidas, en cada lugar donde nos movemos todos los pactos, todas las maldiciones caen porque no hay hechiceros, no hay demonios que se igualen al poder de la sangre derramada de nuestro salvador. En la sangre de Jesús estaba el origen de la vida, estaba el poder de todo lo creado, en su sangre estaba la esencia de su naturaleza divina y él la derramó por amor a nosotros. Por eso no podemos vivir ignorando esta verdad, no podemos vivir pisando la sangre del Cordero, no podemos vivir diciendo que el pecado es más fuerte que su sangre y conformarnos a una vida mediocre.
No podemos vivir sin perdonarnos y amarnos los unos a los otros, porque la sangre de Jesús que está en nosotros nos impulsa a amar al cuerpo de Cristo, a amar a las personas. La sangre de Jesús corre a través de la iglesia, no podemos vivir un evangelio a medias permitiendo que el pecado gobierne nuestras vidas, nuestras relaciones.
Por eso, en la iglesia levantamos un altar y adoramos porque es un lugar de derramamiento, somos una iglesia viva comprada por la sangre de Jesús que tiene poder para liberar y transformar corazones. Debemos volver una y otra vez a entender que Jesús en la cruz ya lo resolvió todo, se presentó una vez y para siempre. Si Dios invirtió su sangre es para que nosotros por medio de su perdón y gracia podamos impartir el poder de su sangre a otros, podamos abrazar a los que no se sienten dignos para que sean perdonados. Vamos a construir iglesias en cada ciudad que pinten de rojo ese lugar, vamos a cambiar la historia de familias para que los hijos tengan otra herencia.
La sangre de Cristo tiene poder para salvar, para sanar, para dar libertad, poder para romper maldiciones, si alguna vez estuvimos lejos del Señor ¿Qué nos atrajo de nuevo a casa? Fue la sangre de Jesús, sin la sangre no hay perdón de pecados. El costo de nuestra salvación es la vida de Jesús derramada en la cruz, no hay nada en nuestras vidas que su sangre no pueda solucionar, limpiar o comprar.
Hebreos 9:28 dice que aquellos que le esperamos le vamos a ver y cuando lo haga será para la salvación de todas las cosas. Cuando venga a buscarnos el Señor dirá que ya fuimos comprados al precio de su sangre, que ya fuimos perdonados porque hemos entregado nuestras vidas para que nos traiga transformación para reinar con él por siempre y para siempre. Si hay cosas que no funcionan o que están detenidas apliquemos la sangre de Jesús, pintemos todo de rojo porque su sangre tiene poder. Si nos intimidaron, si el lugar donde trabajamos es un infierno siendo un ataque permanente sobre nuestras vidas apliquemos la sangre del cordero, esa sangre preciosa que venció el infierno, esa sangre inmerecida que nos limpia.
Podemos ir todos los días al trono de la gracia donde encontramos la sangre del cordero, respiramos, vivimos y tenemos esperanza por esa sangre derramada, y si hay algo que podemos hacer es vivir cada segundo de nuestras vidas para que cada gota de esa sangre derramada sobre nosotros valga la pena. Si no funcionamos porque estamos cayendo una y otra vez con el mismo pecado, apliquemos la sangre del cordero.
“La sangre de Cristo fluye por el cuerpo que es la iglesia, cuando la iglesia se mueve, maldiciones se rompen, los muertos resucitan, las cosas ocultas salen a luz. Somos comprados por la sangre de Jesús, nadie ha pagado un precio tan alto que el que el Señor pagó por nosotros. No le pertenecemos ni a la muerte, ni al pasado, ni al pecado, ni a la religión, ni a las personas que nos dañaron o lastimaron. Hay un recibo, hay un acta que tiene nuestro nombre y apellido, y una firma en color rojo que es la del Cordero santo de Dios que nos redimió con su sangre, de todo pueblo, lengua, tribu y nación para que seamos testimonio del poder de los cielos”.