La batalla del corazón

Estamos juntos caminando en la palabra “Somos Iglesia” y en este trimestre estamos hablando específicamente de que la iglesia es una expresión de la familia de Dios. Esto es algo que debemos recordar una y otra vez porque tenemos el gran desafío de vivir con temor de Dios como parte de la familia de Dios. Recordarlo este mes nos impulsa a ser disciplinados a producir cambios en nuestra manera de vivir, en nuestra manera de acercarnos al Señor.

Una de las raíces que nos llevan a tener tantos problemas, tantas complicaciones es por la falta de temor de Dios. La Biblia nos dice que el principio de la sabiduría es el temor a Dios, y nos cuesta hablar de esto porque ¿Le vamos a tener miedo a Dios? Y la verdad que sí, claro que no es un miedo que nos obliga a vivir de una manera determinada sino es el miedo de entender lo que él ha puesto sobre nosotros, lo que ha derramado en nuestras vidas, vivir con la responsabilidad que él se sienta cómodo con nosotros, con nuestro hogar, con nuestra manera de vivir. No vivimos para que Dios haga algo por nosotros, no vivimos dando lástima para que Dios haga un milagro. No vivimos dando ofrenda para que Dios no nos prive del dinero, todo eso es religión, vivimos por la gracia de Dios.

Él nos ha bendecido, ha derramado de su gracia. Tenemos que vivir con ese temor reverente de saber que dependemos absolutamente de Él.

Nuestro matrimonio, nuestras vidas, y la iglesia de Jesús es extraordinaria, no crecer por adhesión crece por conversión. Una persona que se convierte y entrega su vida a Jesús empieza con un proceso que es simple. El evangelio requiere de tres cosas: 1) orar – es imposible tener un encuentro con Dios y no orar, por eso tenemos casa de oración, tenemos espacios en nuestras vidas, en nuestros tiempos. Orar no es cumplir con una liturgia, orar no es una herramienta, orar es el aire que respiramos. No orar es pecado, tenemos que incluirlo y desarrollarlo en nuestras vidas.

Una persona que dice tener un encuentro con Jesús y no ora entonces no tuvo ese encuentro genuino

2) La palabra de Dios: es aquello que nos nutre y nos sustenta, hoy tenemos un enorme analfabetismo bíblico. Por eso tenemos una palabra para el año, una palabra para cada trimestre, tenemos Escuela de Vida, tenemos un Bachillerato en Teología, tenemos Escuela de Adoradores, pero todo se centra en despertar hambre por la palabra de Dios.

3) Vida en congregación: es tan importante que nos congreguemos, es valioso que formemos parte de un grupo de vida. Esto no es un encuentro dominical, cada día, cada semana es un encuentro, esa es la vida cristiana. Si conectamos con estas tres cosas desde ahí se desprende todo, los ministerios, el desarrollo emocional, espiritual, físico, la guerra espiritual, el alcance. Por eso hay grandes ministerios que caen por no tener estas tres cosas. Por eso en este tiempo hay un llamado de Dios a entender lo que estamos haciendo.

Hemos visto en las informaciones como trescientos cincuenta misiles cayeron sobre Israel, de los cuales solo siete tocaron el piso y una nena fue herida. Irán declara la guerra, las naciones se alían, se unen de un lado, del otro y no estamos contando el noticiero, sino que estamos hablando de Mateo 24, de Zacarías, de Ezequiel, de Isaías, del profeta Miqueas. Se está cumpliendo la palabra: muchas veces olvidamos el valor profético que tienen las cosas. Oramos por paz por Israel y no es para que no sea atacada, sino que oramos para que Jesucristo que es la paz venga pronto a reinar a ese lugar. Habrá más guerras, habrá más tensiones, se levantará un falso cristo trayendo paz. Israel construirá el templo y se iniciará un periodo de prueba como nunca antes la tierra vivió. No nos puede no pasar nada, no nos puede solo motivar la necesidad del día a día, tenemos que ver lo que Dios está haciendo. Por eso estas tres cosas son esenciales, tenemos desequilibrio en nuestras vidas, volvamos a estas tres cosas, hay cosas que no podemos resolver. Si estamos enojados con la gente volvamos a estas tres cosas, es ahí donde tenemos las respuestas, es ahí donde Dios habla, transforma las vidas y cambia los corazones.

Estamos leyendo el libro de Éxodo como iglesia y vemos que la persona principal de este libro es Moisés quien se plantó frente al pueblo de Israel y para sacarlo Dios tuvo que tratar con Faraón y desatar diez plagas. ¿No hubiese sido más fácil que Dios convenza al Faraón a que le envíe estas plagas? Y nos da miedo encontrarnos con el Dios de las plagas, porque estas plagas son juicios sobre los cuatrocientos años que el pueblo había estado sometido en Egipto. Estas diez plagas no son otra cosa que la justicia cayendo sobre los egipcios por el sometimiento a la esclavitud del pueblo de Dios durante esos cuatrocientos años. Si miramos más adelante el pueblo de Israel vuelve a ser esclavo, toda la vida, de los babilonios, los asirios y siempre hubo juicio. Pero estas plagas son una referencia a los dioses egipcios, casi que son una burla contra los dioses. La cultura egipcia que era el misticismo que representaba el mundo espiritual que reinaba en oscuridad en ese lugar. Adoraban al Nilo y del Nilo sale Moisés, el Nilo se vuelve en sangre, ese rio el cual ellos adoraban le produce moscas. Los brujos y hechiceros tienen el poder de replicar las plagas, pero los brujos no podían parar las plagas, podían imitar pero no podían detener el juicio. En medio de este contexto nos encontramos con un Dios que parece que obrará en venganza porque la muerte de los primogénitos no es otra cosa que lo que sembró el Faraón cuando mando a matar a todos los niños.

Cuatrocientos años antes una generación de niños hebreos fue masacrada y ahora el primogénito de Egipto muere como última señal. Estas diez plagas son una referencia clara de lo que habla el libro de Apocalipsis. Estas diez plagas son como el espejo, como una sombra de los siete sellos, de las siete copas, de las siete trompetas en el juicio que va a terminar con la historia de la humanidad y que va a iniciar un nuevo tiempo.

Dios no improvisa planes, sino que nos avisa de antemano.

Éxodo es casi una referencia escatológica de lo que sucederá en los últimos tiempos, por eso cuando hablamos del temor de Dios es algo que tenemos que volver a ver. Tenemos un Dios que no paga bien por mal o mal por bien, sino que es justo y la justicia de Dios se manifiesta en juicio, y sus juicios son temibles. El pueblo de Israel tuvo que pasar por esos juicios, porque aunque Dios los guardó en un rincón, tuvieron que convivir con el dolor, con el olor, con lo que pasaba en ese momento en su tierra. Esas cosas no cambiaron. Nuestra nación, Argentina, le ha dado la espalda a Dios de una manera tremenda y el Señor no está mirando para otro lado, hay un remanente que es el pueblo de Dios y nosotros caminamos en esa libertad. Ahora en este proceso, en medio de los juicios, en medio de este Dios poderoso estamos nosotros que tenemos el desafío de librar las batallas del corazón. ¿Cuánta soberbia es necesaria para que Dios endurezca el corazón? y ¿Cuánta humildad es necesaria para que Dios confíe su corazón a nosotros?

No tenemos un Dios que mira para otro lado, tenemos un Dios que es justo.

Éxodo 7:1-7 (RVR)

Moisés tiene ochenta años y su hermano Aarón tiene ochenta y tres años, y Dios le concede a Moisés que sea como un dios para Faraón y su hermano será su profeta. Le da una vara para que con ella haga señales y milagros. Dios le advierte a Moisés que Faraón endurecerá su corazón y a ellos los sacará de esa tierra con grandes juicios. Había dos corazones en pugna el de Faraón y Moisés, pero la palabra dice que Dios endureció el corazón de Faraón entonces nos preguntamos ¿Dios, vos rompes tus principios? Pues si Dios voluntariamente endurece el corazón de forma involuntaria de Faraón, entonces lo que está haciendo es quebrar el principio del libre albedrio. Le está quitando a Faraón la posibilidad de elegir y ese no es nuestro Dios, él nos hizo libres, entonces ¿Qué sucede? ¿Por qué hay un Dios que endurece el corazón? Dios no puso su mano en el corazón de Faraón y lo hizo de piedra, es que la soberbia de Faraón era tan grande que Dios no le puso límites y Dios dejó que esa soberbia siguiera el curso. Por un lado, tenemos un corazón lleno de soberbia que se vuelve como un corazón de piedra y por el otro lado tenemos un corazón lleno de temor que recibe un poder indescriptible, una capacidad extraordinaria. Sin embargo, se mantiene en humildad para hacer la tarea que tiene que llevar adelante. La batalla de la soberbia contra la humildad. La naturaleza del Faraón es la naturaleza de este sistema, el Faraón es el espíritu mismo del Anticristo, el Faraón ve plaga tras plaga y no entiende.

En Éxodo 12 nos menciona cuando el Faraón les dice que vaya adorar a su Dios y que antes de irse lo bendigan. Faraón está loco, no cree en Dios pero quiere la bendición de ese Dios, sin embargo no es muy extraño a lo que nos pasa a nosotros, queremos la bendición de Dios pero no nos interesa adorarlo y rendirnos delante de él. Parece ser que Faraón y Moisés no son dos corazones distintos, sino que es la lucha que se libra en todos los corazones. Mientras viene la primera plaga y el Faraón ve cómo el agua se convierte en sangre dice: mis brujos pueden hacer lo mismo, tomaremos vino mientras el agua permanezca así. Y sigue en su soberbia y no le importa que sus súbditos se mueran de sed. Así es este sistema, así somos nosotros, buscamos la manera de sobrevivir antes que rendirnos a la voluntad de Dios.

De repente el río al que adora le produce ranas, es incómodo, es una locura, pero llama a Moisés y este ora y las ranas mueren en el lugar. Es una pudrición tan grande, para los egipcios el cuidado estético lo era todo, era importante, sin embargo reinaba el caos con las moscas, mosquitos, langostas, toda la suciedad junta, todo lo que estaba dentro sale a la superficie. Sin embargo el faraón endurece su corazón, no reconoce al Dios de Moisés, no los deja ir, pero su problema era que si el dejaba ir a un pueblo de esclavos, los demás pueblos de esclavos también se iban a ir y el perdería su imperio. El problema de Faraón era que tan evidente era la realidad de Dios que chocaba con la religión que decía que él era un dios y su soberbia crecía aunque el dolor del pueblo avanzaba. Los gobiernos de este mundo son así, no importa si son de derecha, izquierda, de arriba, de abajo, no importa de dónde sean, sino que toman el poder. Llega un momento que la soberbia les gana de tal manera que sin importar lo que viva la gente que está a su cuidado ellos siguen en el pedestal más elevado.

Es el espíritu del este mundo, es el espíritu del anticristo que busca meterse en los corazones, es el padre de familia que no cubre a su esposa y a sus hijos. Es el empleador que somete a sus empleados, es el pastor que no cuida de sus ovejas porque asume una posición de intolerancia y esa lucha está en el corazón. Por un lado Moisés y por el otro el Faraón. Siete plagas que no doblegan el corazón de este hombre místico, pero también del otro lado tenemos a un hombre que cada vez que levanta la vara el cielo responde. Tenemos a un hombre que cada vez que hace una declaración la tierra tiembla, tenemos a un hombre que le da órdenes al sol y a la luna y lo cumplen, Tenemos a un hombre de ochenta años con un palo de madera en la mano que da una orden y una horda de langostas invaden la tierra, tenemos a un hombre que nació del desierto y se le ha conferido un poder tan grande que después de cada plaga en ningún momento se pone en el centro de la escena. ¿Saben cuál es el clamor de Moisés? Déjanos ir a adorar a nuestro Dios, somos un pueblo libre, déjanos ir, la misión y el propósito. La humildad de este hombre es tremenda. Humildad no es la escasez de, sino que es la capacidad de que a pesar de lo que Dios nos ha conferido seguimos manteniendo el lugar, seguimos siendo conscientes que lo que se nos ha otorgado, no nos pertenece, sino que le pertenece a otro. Seguimos viviendo con temor de Dios.

Esta batalla está en nosotros, Faraón y Moisés pelean continuamente en nuestro corazón y la batalla del corazón es lo que define todo. Por un lado está el Moisés que quiere creer y por el otro está el Faraón que quiere pruebas, que quiere que todo se acabe, y esta batalla del corazón es la que define todas las situaciones que nos detienen. ¿Cómo se vence, cómo se termina de ganar esta batalla? Le preguntaron eso a Jesús: ¿Cómo vamos a entrar al reino? ¿Cuál es la ley, como se resume todo? Y Jesús dijo: -la ley es simple, esto fue lo que hizo Moisés, amar a Dios con toda su mente, con todo su corazón, con todas sus fuerzas y amar al pueblo que Dios le había otorgado como él se amaba.

Este es avivamiento de profundidad que necesitamos: amar a Dios con nuestra mente. Es el desafío y la demanda más extraordinaria,

La mente es el campo de batalla donde se toman las decisiones, donde se toma el control o donde aprendemos a rendirnos delante de Dios. ¿Cómo hacemos para amar a Dios con cada pensamiento? ¿Con cada impulso eléctrico de nuestro sistema nervioso? ¿Cómo hacemos para que esta máquina que no nos deja dormir, que nos perturba, que nos siembra pensamientos y dudas, pueda amar a Dios y estar pendiente totalmente de él totalmente? Somos los que pensamos, somos lo que nutrimos nuestra mente por eso debemos leer la palabra es importante. Nuestros pensamientos son el fruto de aquello a lo que esta rendido en nuestra cabeza, pero aun aunque pudiéramos darle los mejores pensamientos a Dios aun no sería suficiente.

Romanos 12:2 nos dice que no debemos adaptarnos a este sistema, sino que tenemos que modificar nuestra forma de pensar por medio de la transformación de nuestras mentes por medio del Espíritu Santo. Necesitamos un trasplante de cerebro, no solo necesitamos escuchar más palabras, entender más cosas, sino estar dispuestos a que el Espíritu Santo renueve nuestra mente a entender a Dios de una manera distinta. Estar dispuestos a renunciar a nuestros criterios y a nuestras formas para que él sea el que gobierne nuestra mente. En nuestra mente decidimos amar, odiar, imaginamos, soñamos, decodificamos lo que el cielo nos muestra, tomamos las determinaciones que llenaran nuestro corazón elegimos creer. Elegimos saber que lo que Dios nos está pidiendo es lo que debemos hacer y la forma en la que debemos vivir: con temor de Dios.

Nuestra mente debe estar completamente rendida a Dios y no esté atada y sujeta al espíritu de este mundo, al espíritu del anticristo. Entonces así comenzamos a morir a nuestras formas de pensar para que la mente de Cristo comience a crecer dentro nuestro.

La mente de Cristo nos lleva a pensar las cosas del cielo. Por eso, el apóstol escribiría en Filipenses 4:8 y esto es amar a Dios con todo aquello que es de más valor para nuestras vidas, porque lo más valioso definirá donde está nuestro corazón. (San Mateo 6:21) Dios lo que nos pide es que él sea para nosotros lo más valioso. Dios no quiere ser nuestra propiedad, sino que quiere ser el valor más importante, que sea innegociable. No que sea la opción que se descarta cuando vienen los momentos difíciles o las tentaciones, sino que quiere que le amemos con todas nuestras fuerzas, no importa si son muchas o pocas, sino de acuerdo a las que tenemos. Si no le damos todas nuestras fuerzas a Dios vivimos en una mediocridad espiritual, que es idolatría. Si lo amamos con todas nuestras fuerzas ya no son nuestras fuerzas sino que son las de él, que es el valor verdadero. Si Dios es nuestro mayor valor no importa si llegamos o no, él se va a encargar que lleguemos, se va a encargar de que cambiemos, que nuestras vidas sean transformadas.

Lo más valioso que nosotros tenemos definirá cual es nuestra identidad. Tomamos identidad de lo que le damos más valor, donde está nuestro tesoro ahí está nuestro corazón.

Dice la Biblia que engañoso es el corazón, que loco que Dios nos pida que le amemos con la parte más complicada de nosotros. Debemos amar a Dios con todo nuestro corazón, es el lugar donde la humildad y la soberbia chocan permanentemente, ¿Cómo hacemos para amar a Dios con todo nuestro corazón cuando está tan dividido, tan roto por tantas situaciones? Necesitamos un nuevo corazón. Cuando Jesús viene a nuestras vidas el cambia nuestro corazón por un nuevo corazón. Dios no recibe otro amor que no sea el de su hijo, no puede decodificar nuestros esfuerzos. Desde que Jesús murió en la cruz, el único amor que el Padre recibe es el amor de Cristo que está en nosotros. Por eso, si esto se trata de intentos de comprar el favor de Dios no tiene sentido, ahora es distinto cuando pensamos que es por el corazón que él puso en nosotros que debemos amar a Dios con todo nuestro corazón.

Aunque hay una lucha permanente nuestro corazón le pertenece a él. Te amamos, Señor, con todo nuestro corazón .

La batalla del corazón se define cuando el corazón está rendido a Dios, cuando el final de todo es que nuestro corazón le pertenece. Hay una regla que se desprende de esta “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Este es un problema porque nuestro amor es imperfecto, entonces lo que Dios nos pide es que cuando lo amamos a él con toda nuestra mente, con toda nuestra fuerzas y con todo nuestro corazón morimos a nosotros mismos y Cristo crece dentro nuestro. Entonces amamos a nuestros prójimos no con nuestra fuerza de voluntad, sino con el amor de Cristo que está creciendo dentro nuestro.

Por eso, Pablo nos dice que debemos mirar a las personas conforme a lo que el Espíritu nos revela de las personas. Tenemos que buscar a Cristo en el otro, porque nuestra misión no es la tarea social, no es ayudar a otros para que vean nuestros méritos, esto está mal si nace de nosotros. El amor que transforma es el que nace de Cristo viviendo dentro nuestro. Porqué funciona el grupo de recupero, los grupos de vida, la gente se convierte ¿Por qué hay gente carismática? Claro que no, sino es porque Cristo está en esos lugares. Se puede imitar como los brujos hicieron con las plagas, podemos hacer lo que aprendimos por mucho tiempo pero el resultado no será el mismo porque nuestro prójimo es transformado cuando la vida de Cristo que está en nosotros le alcanza. Hay uno solo que puede transformar las vidas y es el Espíritu Santo a través nuestro.

“Nuestra misión es vivir amando a Dios con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra mente. En algún punto libraremos la batalla del corazón, la batalla de conformarnos a pedir más pruebas y a quedarnos con las señales. Quizás, a sumir que lo que Dios nos entregó es tan grande y tan poderoso que hay una sola manera de cargarlo en nuestras vidas y es con un corazón rendido a él. Si no el fruto de la soberbia será un corazón endurecido, porque podemos hablar de Dios y servirlo con un corazón de piedra. Dice el evangelio de San Mateo de qué le sirve al hombre ganar al mundo y perderse asimismo. No dejemos que el servir a Dios consuma nuestro corazón de tal manera que ya no haya un espacio para amarlo a él, a nuestros hijos, amar a la gente que está alrededor nuestro. No dejemos que nuestro ministerio y llamado nos lleve a amarnos a nosotros por encima de los demás. Por eso, el Señor nos dejó al Espíritu Santo porque esta es una batalla que tenemos que ganar. La mayor batalla que libramos es en nuestro corazón y cuando ganamos esta batalla el paso siguiente es que no hay límites porque Dios puede derramar todo lo que se ha propuesto derramar sobre nosotros”.

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