Libertad verdadera

17 de septiembre de 2023

Gálatas es una carta que escribe Pablo que llega a una iglesia que necesita un impulso nuevo del Espíritu. Pablo con todo el corazón, con toda la pasión y con todo el amor da batalla.

Gálatas 5:1-15 (NTV)

Es imposible sin libertad diferenciar lo que es de Dios y lo que no. Esta libertad con la que Cristo nos llamó a ser libres es verdadera. Una y otra vez Pablo nos habla diciendo «ustedes han sido verdaderamente libres» no es una cuestión mental, no es una idea psicológica, no es una sensación de satisfacción, sino que es un estado pleno. Esta libertad no ha sido provista por una revuelta emancipadora, no ha sido provista por nuestros medios, sino que fue comprada con la sangre del Cordero inmolado. Pablo nos menciona que en la cruz del Calvario expuso al diablo anulando así el decreto y el acta que era un contrato de esclavitud. Le otorgamos el permiso al infierno para sujetar nuestras vidas al elegir vivir una vida de pecado, donde habíamos renunciado a todas las opciones posibles para ser felices acercándonos a Dios.

¿Por qué el cielo humilló al infierno? Porque el diablo no fue derrotado por un rey majestuoso, ni por un gran ejército, sino que a la cruz del Calvario, fue el Cordero inmolado que quita el pecado del mundo. El infierno fue vencido y la muerte derrotada por un cordero, el cual no es poca cosa, pues como nos menciona en Apocalipsis «¿Quién es digno de abrir el rollo, quien es digno de traer orden y justicia, quien es digno de desatar los juicios de Dios?»  El cielo hace silencio, los ángeles cantan y dicen que uno solo ha sido hallado digno, el Cordero inmolado, que pagó el precio de nuestra libertad en la cruz del calvario.

Jesús compró nuestra libertad con su sangre.

Nos hizo libres desde el Génesis en el Edén pero nosotros vendimos nuestra libertad, la entregamos todo el tiempo, la negociamos, pero Jesús nos dio una libertad de manera integral, nos hizo libres espiritualmente, pues el velo que era el pecado que nos separaba de Dios fue anulado. Nosotros estábamos destinados a estar muertos en vida, no éramos dignos de acceder a la presencia del Padre pero en la cruz Jesús venció a las potestades de maldad, anuló las huestes del infierno, resistió todo aquello que nos separaba de Dios, rompió los velos que la religión había puesto, desgarró lo que nos separaba de él y lo primero que liberó fue nuestro espíritu dándonos comunión porque no hay otro mediador entre Dios y los hombres que Jesucristo hombre.

No es que en la cruz Jesús fundo un conglomerado de religiones para que de alguna manera la gente haciendo cosas buenas pueda acercarse a Dios, sino que literalmente rasgó el velo, rompió el cielo y nos conectó al corazón del Padre de manera directa. Por eso, podemos por medio de Jesús estar aptos espiritualmente para tener comunión con el todos los días.

Por medio del sacrificio de Jesús podemos recibir el perdón de pecados para vivir en la libertad de sentir, de percibir a Dios, teniendo así una comunión profunda con él.

Las heridas físicas que traspasaron sus manos, el costado roto, su espalda desgarrada tiene que ver con la redención de nuestro cuerpo donde ya no estamos dominados por nuestros instintos, ya no vivimos sujetos a lo que nuestro cuerpo demanda y aunque nuestro hombre externo se va desgastando la vida de Cristo crece dentro de nosotros. Si vivimos en Jesús no vivimos sujetos a nuestro cuerpo. Debemos entender de que más allá que nuestros cuerpos funcionen bien o no, ya fueron redimidos en la cruz del calvario y que nuestro deber es vivir físicamente en la libertad con la que Jesús nos hizo libres. En la cruz del calvario también Jesús nos hizo libres emocionalmente, libero nuestras almas donde están: nuestra voluntad, nuestras emociones y nuestro carácter que estaba atado por el pecado.

En la cruz nos hizo libres tanto espiritualmente como física y emocionalmente.

Jesús recibió la misma tensión emocional que nosotros recibiríamos, era necesario para liberarnos de manera integral. Sus emociones y el estrés que vivió fueron llevados al máximo nivel que un hombre puede soportar. Todas nuestras emociones, nuestros berrinches, nuestras malas contestaciones, nuestras depresiones y nuestras angustias fueron expuestos en la cruz del Calvario y aplastados junto con su cuerpo, para que por medio de su sangre preciosa nosotros no tengamos que vivir sujetos a un alma que no le responde a Dios.

Tenemos que tener la capacidad de educar nuestras emociones para que podamos vivir en libertad.

Cuando emocionalmente estamos mal hablamos con algún obrero, líder o amigo los cuales nos pueden aconsejar pero Jesús es diferente porque es el único que a través del Espíritu Santo nos puede dar libertad en todas nuestras emociones. Cuando tenemos comunión con el nuestras emociones se equilibran, pues vivimos en libertad, le hablamos a Dios de todo y con todo porque en el somos absolutamente libres.

La libertad es un proceso, no es algo que recibimos y ya está sino que caminamos y vivimos en libertad.

Pablo insta a permanecer y vivir firmes en libertad, porque hay momentos en que el cuerpo falla, el espíritu se quiebra, las emociones se descontrolan entonces debemos aprender a caminar y a vivir en libertad. Los gálatas lo habían entendido pero empezaron a desechar su relación con Dios y a poner parámetros que no eran los que Dios pedía dándole lugar a la religión en sus vidas. Los gentiles que se convertían estaban siendo obligados a ser circuncidados, pero la circuncisión era parte de un rito religioso que incluían los judíos en la promesa de Abraham. Cuando Dios lo llama a este con el pueblo de Israel dándole este pacto muy peculiar: donde a los bebés recién nacidos se los debía circuncidar cortando una partecita del prepucio, lo cual era una marca en la intimidad, una marca distintiva que señalaba al pueblo como el que Dios había elegido. Pero también, se había convertido en una marca ritual, pues quien quisiera ser judío debería circuncidarse. Esto era una barrera que impedía que la gente se convirtiera pero también hacia que la gente viviera una estructura religiosa que no dejaba que se acercaran a Dios.  

Pablo encarna la voz del Espíritu y se enoja mucho con todo esto, pero su enojo no es con Pedro ni con la gente, sino que no quiere que la iglesia que camina en libertad se torne en una religión vacía transformándose en un conjunto de ritos que no tenga sentido. Por eso, quiere que entiendan que el sacrificio que hizo Jesús fue suficiente, que la libertad con la que los hizo libres es más que suficiente que cualquier rito, por eso les dice que vivan la libertad como la vivió Cristo, no para hacer lo que queramos, sino que es hacer su voluntad.

El propósito más profundo de la libertad es amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

 Pablo les dice: ¿de qué amor me hablan? Si ustedes están mordiéndose los unos a los otros, viendo lo malo que hace uno y el otro, están entrando en una visión religiosa, y todo esto les impide vivir la libertad. Este conflicto de formas religiosas no nos debe distraer de lo que Pablo quiere transmitir resumiéndose en estas preguntas ¿Qué les pasó? ¿Quién los detuvo? Si el pecado ya no dominaba sus miembros y no respondía a ustedes, eran felices sirviendo al Señor pero de repente todo se puso tan complejo, tan estructural, tan tenso que empezaron a perder la esencia de vivir en la libertad con la que Cristo los liberó.

Esto también es lo que el Espíritu Santo hoy nos dice: ¿Por qué en algún punto empezamos a ceder espacio y vendemos nuestra libertad? La persona que es libre es plena. El costo de nuestra libertad ha sido altísimo entonces ¿Por qué nos permitimos negociarla con aquellas cosas que nos impiden de disfrutar de lo que Dios tiene para nosotros? Lo que más le costó a Jesús fue romper el estigma de la religión y sin embargo parece que nosotros una y otra vez negociamos esa libertad para terminar acostumbrándonos a nuestra vida de fe. Por eso, el Espíritu Santo tiene una guerra constante contra esto y nos llama una y otra vez para que podamos vivir en libertad brindándonos espacio para disfrutar de esta libertad en la Presencia de Dios.

No podemos negociar la libertad de tener un vínculo y una relación con Él.

Podemos entender que los gálatas somos todos porque en algún momento nos dejamos seducir por la religión transformando la comunión con Dios en una actividad permanente que no satisface el deseo del alma. No hay nada más hermoso que trabajar para Dios o servir para continuar en el propósito. Sabemos que en el último tiempo el amor de muchos se enfriará, en el último tiempo habrá muchas iglesias llenas, muchas actividades que serán solo eso personas haciendo actividades pero con un corazón frio viviendo atados al pecado, sirviendo a Dios pero simulando honrarle o amarle.

¿Cómo nos damos cuenta de que algo entorpeció la carrera que estábamos corriendo por delante? Porque servir a Jesús se torna en una carga, porque lo que hacemos se convierte en un agotamiento permanente, tratamos de resolver y acomodar con nuestras fuerzas pero no podemos. Entonces nos desgastamos y dejamos de disfrutar de vivir en libertad, nos enojamos con quienes nos rodean, vivimos en una depresión permanente dependiendo de otros. Pero debemos saber que el evangelio nos lleva a depender de esa sola persona que es Cristo y cada uno de nosotros tenemos que construir una relación plena con Él.

Esto es un mensaje de Pablo para esta temporada, vivimos anhelando la justicia de Dios y en el proceso nos pasan cosas, hay fallos injustos, entonces nos encontramos haciendo más esfuerzos de los que esperamos pero Pablo nos dice: Ustedes corrían bien ¿Qué les pasó? ¿Qué les estorbo? Pero estas preguntas de Pablo no son un reto, sino que nos lleva a examinarnos en profundidad. Todo lo que nos habla Gálatas es porque sin duda la iglesia lo iba a enfrentar a lo largo de los años.

Lo peor que podemos hacer es pagar un precio que Dios no nos pide que paguemos. Nosotros no seguimos a Jesús a cualquier costo, sino que el costo lo pagó ya el en la cruz del calvario. Seguimos a Jesús muriendo a nosotros mismos para que él crezca en nuestras vidas.

En esta carrera nos podemos cansar y agotar pero no tenemos permiso para negociar nuestra libertad. Hagamos uso de nuestra libertad, no le hagamos caso a la depresión, a las circunstancias sino que volquemos nuestro corazón a la presencia de Dios. Antes corríamos una carrera que nos llevaba a la muerte, corríamos atados a todo lo que nos empujaba el mundo, a un precipicio sin sentido y en el camino lastimábamos a personas, vivíamos en depresión, llenos de muerte y de repente Jesús aparece. Nos cambia el sentido comenzando a correr hacia su regreso, pues el mismo que nos dio libertad regresará para reinar con él por siempre. Aunque es una carrera larga no se compara con lo que tenemos por delante, vamos corriendo en libertad, llenos de vida, entonces lo peor que podemos hacer de esta carrera es una cadena de religión con la que no podemos vivir. Esta carrera que me lleva amar a Jesús, me lleva a amar a los que me rodean y eso genera un ambiente diferente pues la libertad con la que caminamos nos lleva a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

La libertad con la que Cristo nos hizo libres es para ser efectivos con los que están más cerca.

Amar a nuestro prójimo expande nuestro horizonte, no podemos quejarnos todo el tiempo, debemos vivir en la libertad con la que Cristo nos hizo libres y disfrutar de ella. Porque todo el tiempo hay una tentación diabólica permanente para no seguir corriendo y abandonar, pero el Espíritu Santo, el Paracleto es nuestro entrenador, es nuestro coach y que al lado nuestro cuando ya no podemos seguir corriendo nos anima, nos fortalece, nos levanta. No nos conformemos solo con correr, con vivir, corramos bien y si la carrera que hoy corremos nos lleva entre espinos y cardos, debemos tener la seguridad que es una carrera que el ya corrió por nosotros. Hay libertad en el camino, hay recursos para nuestra necesidad, el Espíritu Santo nos envuelve por eso vivamos en plenitud la libertad con la que Cristo nos hizo libres.

Él no viene a buscar una iglesia de esclavos, de religiosos que siguen normas, de familias rasgadas que no soportan el tiempo de la prueba, él viene a buscar personas que viven en libertad que entienden que murieron para que Cristo viva, que entienden que todo lo que hacen es para darle honra a aquel que les otorgó la libertad.

“Permanecer en la libertad tiene una sola finalidad, es que siendo libres podamos liberar a otros. No menospreciemos nuestra libertad, no nos escondamos pues nos convertiremos en el libertador de todos los que nos rodean. El propósito de vivir en la libertad de Jesús no es abstraerse del mundo, sino entender que si nosotros pudimos ser libres, esta libertad está al alcance de cualquiera y que Dios nos llamó a liberar a otros. No vienen tiempos donde habrá menos tensión, sino que por el contrario, la tensión crecerá física y emocionalmente, pero en medio de este tiempo de tensión él nos llama a vivir en libertad. Él nos provee de todo lo necesario, por eso, no negociemos la plenitud de Cristo en nosotros, escuchemos la voz del Espíritu que nos alienta e impulsa todo el tiempo para disfrutar de la plena libertad, pues donde está el Espíritu del Señor hay libertad.”

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