Qué hacer en tu peor día
10 de marzo de 2024
Vamos a tener días que no son tan buenos y muchas veces le queremos preguntar a Dios ¿Por qué? Pero nuestra pregunta debería ser ¿para qué? Hay días y temporadas en las cuales no quisiéramos vivir nunca en nuestras vidas pero que están y que van a venir, es en esos momentos que debemos tener sabiduría para salir de esas circunstancias que muchas veces nos encierran en esas crisis, en esas luchas, en esas batallas. Jesús nos anticipó esto en San Juan 16:33 (NVI) cuando dice: “les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz, aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas pero anímense porque yo he vencido al mundo”
Cuántas veces vivimos días de gloria, de alabanza y vamos a la iglesia llenos del gozo del Espíritu, pero también estas aquellas circunstancias que nos bajan de un hondazo sin entender qué pasó. Pero entendemos que ninguno está exento de eso, como podemos pasar de un momento de gloria a un tiempo de estar aplastados hasta con sombras depresivas alrededor nuestro.
Encontramos en la historia del profeta Elías cómo vivió un tiempo de gloria impresionante, como nunca experimentó un ser humano ese momento, con manifestaciones de Dios sobrenaturales. Y cómo luego entró en una crisis tan grande que no supo cómo manejarla, allí encontramos una lección de vida para nosotros. Porque como dice la palabra <el que este firme mire que no caiga> Elías era una persona muy vigorosa, fuerte, valiente, un hombre agresivo, lleno de fe y del poder de Dios, fue usado por Dios para los milagros más grandes en su época. Como cuando le dijo al rey <vive Jehová en cuya presencia estoy>. No es que él vivía solo en el momento en que estaba contento, sino que vivía en la presencia de Dios, sabía que su declaración le podía costar la vida pues le estaba hablando a un rey. También le dijo que <no va a llover hasta que yo lo diga> y esto parece una declaración soberbia pero fue una declaración llena de Dios.
Lo vemos después también en un arroyo en medio del desierto, en Querib, donde aparece un cuervo que es símbolo de muerte, pero Dios es tan exagerado que usa a los cuervos para darle de comer a su hijo. Ni hablar de la victoria frente a los profetas de Baal, Dios levanta a Elías con un tremendo poder en ese tiempo en que gobernaba el rey Acab que era un enemigo de Dios. El diablo es lo que siempre hace. Cuando el Señor levanta a una persona enseguida el diablo mueve sus filas para intentar de contrarrestar el plan de Dios con esa persona.
Si no nos soltamos de las manos de Dios no hay diablo que pueda frenar el plan de Dios para nuestras vidas.
Acab tenía como esposa a Jezabel quien odiaba a la gente que ponía su fe en el poder de Dios, es tan trascendente la postura de esta mujer que volvemos a encontrarla en Apocalipsis 2, en la revelación de Jesucristo a Juan. El espíritu de Jezabel es un espíritu que opera hoy en los hijos de Dios, las mayores caídas dentro del pueblo de Dios tiene que ver con el índole sexual y ni hablar de la proliferación de la pornografía en este tiempo, a lo cual debemos ser muy vigilantes pues estamos en una guerra espiritual, este espíritu es muy usado en contra de los que avanzamos en el reino de Dios.
Santiago 5:17. Sin embargo en vez de exaltar el poderío y la fortaleza de Elías nos da una buena noticia, Santiago nos dice: que Elías tenía debilidades como las nuestras y eso nos alienta, porque a veces leemos los personajes de la Biblia y pensamos que eran todopoderosos, lo cual no es así. Vemos a Elías cuando derrota a los profetas de Baal, una batalla ganada delante de la multitud donde pudo derrotar a todos sus enemigos, lo cual es algo tan grande, tan increíble, pero enseguida entra en una crisis, en una depresión impensada por la amenaza de una mujer.
1º Reyes 19:1-8(NVI)
Después de una gran victoria Elías entra en una tristeza, llenándose de miedo, pues se asustó, se deprimió y lo primero que hace es quedarse solo. No debemos cometer este error nunca en nuestras vidas, de quedarnos solos.
Que nada nos haga olvidar de que somos iglesia.
La primer estrategia del diablo frente a una crisis es hacernos olvidar el privilegio que tenemos para aislarnos y dominarnos, quizás hasta podemos seguir yendo a la iglesia pero estar aislados del cuerpo porque esa es la estrategia del diablo. Muchas veces Dios permite que vivamos días malos, para que aprendiéndolos a vivir en bendición y con la mejor compañía que es la iglesia.
Hay gente que por el que dirán son capaces de guardarse el dolor y la tristeza del fracaso para no pasar vergüenza, pero debemos tener claro que pasar vergüenza frente a nuestra familia de la fe es lo mejor que nos puede pasar, pues lo vamos a recordar como el comienzo de la salida de ese ataque del diablo para tu vida.
Elías conocía muy bien al Dios todopoderoso, al Dios omnipotente por lo que había vivido, pero no tenía ni idea del Dios cercano, del Dios amoroso, del Dios íntimo, del Dios contenedor, quien le dio de comer y lo acompañó en ese momento de tristeza, esa fue una increíble muestra del Dios cercano. Viendo esta historia nos mueve a la escena donde
Jesús en la playa le cocinó un pescado a Pedro a quien lo había traicionado y lo había negado tres veces, pero Dios hace estas cosas que son tan especiales, no había mejor manera de mostrarle ese amor íntimo de Dios que haciéndole una comida a Pedro. Nunca nos olvidemos que el diablo no nos puede tocar si Dios no se lo permite y si lo hace vivamos ese día en bendición porque seguro que nos está preparando para algo más grande que nuestra cabeza puede imaginar.
Dios quería que Elías conociera algo mucho más grande que su poder y esto aplica para nosotros también, no nos conformemos solamente con ver el poder de Dios, hoy es un tiempo increíble para buscar al poderoso y luego disfrutar de su poder, pues el poderoso está ansioso por dejarse ver por su iglesia. Él es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos. Aunque el diablo venga a amenazarnos con verdades de nuestras vidas, con debilidades, no nos esforcemos en contrarrestarle con palabras grandilocuentes, sino que solamente digámosle <decime lo que quieras, yo tengo una identidad, soy hijo del Rey de Reyes y del Señor de los Señores, quien ya te venció y esta pronto a vencerte para siempre> este es el éxito de una vida en victoria.
1º Reyes 19:9-18 (NVI)
Elías le hizo dos veces la declaración de victima a Dios, pues no había entendido nada de lo que Dios le quiso decir pero el Señor no le contesta nada de lo que él le está diciendo porque él nunca nos ve como víctimas. Dios siempre nos ve como benditos porque para eso pago el precio en la cruz del calvario con su sangre por nosotros inmerecidamente.
Elías pensaba que no quedaba nadie más con su fe, pero Dios había preservado a siete mil. A veces el diablo nos hace creer esto, que estamos solos, pero si somos los únicos cristianos en el lugar en donde nos movemos, Dios nos dice que somos los únicos ganadores y si hacemos la tarea de iglesia como él nos manda, pronto dejaremos de ser los únicos.
En Dios siempre hay ganancia, nunca pérdida.
Dios le pregunta a Elías ¿Qué hacía en la cueva?, Dios no entendía cómo las circunstancias por más difíciles que podían ser no le dejaban ver al más grande que estaba en su vida. Cómo las circunstancias lo podían hacer cambiar la mirada que tenía enfocada en todo lo que acababa de hacer con su vida, con la lluvia, con los profetas de Baal, con los cuervos dándole de comer. Cómo podía ser que haya bajado la mirada ante las circunstancias, como para olvidarse del Dios que tenía.
Quizás podremos vivir el peor día de nuestras vidas pero solos nunca más, porque primero, Dios nos ha prometido estar todos los días con nosotros hasta el fin del mundo y segundo nos añadió el privilegio de ser iglesia.
En el versículo 9 vemos a Elías escondido en una cueva y eso es lo que hacemos cuando pecamos o nos dejamos abrumar por las circunstancias, dándole un tamaño que parece más grande que el tamaño de Dios a quien adoramos.
La cueva es nuestro lugar de historia de maldición, la cueva es donde el diablo nos recuerda todos nuestros errores y fracasos. La cueva es el escenario de la culpa, del pecado, por eso Dios le dice a Elías ¿Qué haces ahí? Tal vez hoy Dios nos pregunta, porque no es una cueva física, sino que es una cueva espiritual o de pensamientos, pero Dios nos dice ¡Hey, hija mía, que haces en esa cueva! ¡Hijo, qué haces ahí adentro escondido!
Viento, terremoto y fuego aparecen en esa historia como un preámbulo de lo que Dios quería hacer, lo primero que envía es un viento que rompe las montañas y quiebra las rocas. Lo primero que Dios hace para sacarlo de la prueba es enviar un soplo, un viento recio lo cual representa en nuestras vidas esas circunstancias que a veces son invisibles pero que nos hacen reaccionar, nos despiertan, nos inquietan, nos mueven. Representan esos apurones que Dios hace cuando expresa: ¿Qué estás haciendo, vos que conociste mi mano, vos que me viste aparecer cuando nadie aparecía en tu vida?
Son esos vientos que vienen para darnos cuenta que estamos en un lugar donde Dios no planeó que estuviéramos nunca. Que esa cueva donde quizás nos encontramos hoy nunca fue planeada por Dios, así como ese viento que Dios envió que rompió montañas y quebró peñas. Así él opera, cuando nos metemos en una cueva por las circunstancias lo primero que hace Dios es quebrar estructuras, falsas seguridades.
Elías estaba en una cueva y no quiere salir de ahí, Dios le envía un viento que le demuestra que la supuesta seguridad de la cueva la podía desintegrar en un instante, entonces Elías comienza a sentir inseguridad. El lugar de nuestra seguridad humana no es el lugar seguro para Dios porque él planea otra clase de seguridad para nosotros. El único lugar seguro para nuestras vidas es el propósito de Dios por el cual nos salvó, por eso es necesario a veces que nos envíe este viento para romper estructuras, esos temporales en nuestras vidas, claro que no es agradable ni de nuestro gusto esos tratos, pero es necesario para lo que viene, Dios utiliza esos sacudones para despertarnos de la realidad y nos dice ¿Qué estamos haciendo? Nos muestra que no estamos en el lugar correcto, que estamos desenfocados.
Aunque él estaba enviando el viento, Jehová no estaba en el viento dice la palabra. En ese proceso en que se está viviendo Dios envía sacudones y tal vez no sintamos su presencia como no lo sintió Elías. Es probable que no escuchemos la voz de Dios, porque hay momentos en que él calla y no nos deja sentir su presencia porque quiere provocar una reacción, quiere que crezcamos en el trato. Debemos reconocer cuando Dios envía esa clase de vientos a nuestras vidas para que reaccionemos y nos volvamos del camino mal andado y aunque a Dios le duela callar y no hacer sentir su presencia en ese momento, eso es parte de su paternidad para con nosotros.
El viento es necesario cuando estamos encerrados en una cueva. Si Dios está sacudiendo nuestras vidas, no nos asustemos pues está comenzando a inquietarnos, a despertarnos con un propósito y cuando no salimos de la cueva con ese sacudón, viene el terremoto. Y estos son procesos en nuestras vidas donde Dios sacude fuerte y nos hace temblar todo, no hay nada que nos pueda garantizar la seguridad, solo él. Cuando viene el terremoto no hay antigüedad que nos sirva, no hay jerarquía que nos sirva, cuando viene el terremoto sentimos que no lo vamos a poder soportar pues todo tiembla, los cimientos son sacudidos, es desesperante.
Las cosas movibles de nuestras vidas comienzan a moverse para que queden las inconmovibles. Dios envía el terremoto para esto, para que las cosas movibles no soporten el movimiento y queden solo las inconmovibles.
Es un proceso de temor, de dolor, pues Dios quita de nosotros las cosas que habían sido edificadas, tal vez por años y que no son de él. Cosas de maldición, de religiosidad que ha hecho una coraza para que la profundidad de una intimidad con Dios no penetre en nuestras vidas y nos hayamos un sistema religioso para sobrevivir.
Aunque nos duele necesitamos en terremoto. Hay cosas que Dios produce para sacar de nuestras vidas esos encierros para que nos demos cuenta que hay cosas que han estado por tiempo, pero cuando él nos sacude recién nos damos cuenta y permitimos que Dios haga lo que quiera de nosotros, nos rendimos y aceptamos salir de esa situación, de la cueva. A veces viene un terremoto para que pidamos auxilio, para que pidamos ayuda.
El terremoto nos trae dependencia absoluta de Dios, cuando viene probamos nuestra fe. Deja de ser una fe de circunstancias para ser una fe de poder. Cuando viene el terremoto hay dos opciones: nuestra fe muere o nuestra fe se transforma como la fe de un gigante.
Aunque a veces no entendemos los terremotos, podemos ver en la historia que Dios tampoco estaba en el terremoto. Esto significa que también a veces no vamos a sentir la presencia de Dios en medio de ese derrumbe, pero Dios está tratando de sacudirnos, de movernos, de despertarnos para que tengamos una fe mayor en nuestras vidas para que no decaiga otra vez cuando nos toque vivir una circunstancia difícil frente a un gigante que tengamos en nuestras vidas.
Debemos tener una convicción fuerte de que el Padre nos ama por sobre todas las cosas y está en medio del proceso. Que nada nos haga ver de que Dios abandonó el proceso o que Dios ha dejado nuestras vidas, o que dejó de estar en nuestro asunto, porque eso no es verdad, eso destruye la capacidad de entender la paternidad de Dios. Cuando logramos entender esto la orfandad es la que se destruye y no la paternidad. Esto también destruye la idea que Satanás no pone en nuestras vidas de que el Padre nos abandonó. Porque si aun en el terremoto podemos seguir aferrados de la mano de Dios confiados, vamos a poder confiar en todo lo que nos toque vivir a lo largo de toda nuestra vida porque lo veremos a Dios actuar. Sin embargo, pasa el terremoto y lo vemos a Elías que tampoco sale de la cueva, sino que se metía más adentro todavía.
Lo tercero que Dios envía es un fuego, esto es un proceso donde todo es sacudido en nuestras vidas y sabemos que es con propósito, sabemos que Dios algo quiere hacer pero no entendemos bien que es, pero viene el momento de la purificación.
El fuego purifica todo lo que a Dios no le agrada, es la parte del proceso donde el Señor viene a quemar las impurezas, son momentos dolorosos pero nos santifican.
Dios nos confronta con el pecado, con las verdaderas raíces de nuestras tristezas porque muchas veces le echamos a culpa a algo o a alguien, pero el fuego saca todo eso a superficie y nos muestra la raíz de nuestros errores. Es probable que el terremoto haga aflorar lo peor de nosotros, a veces aflora lo peor de nuestro carácter, nuestros pecados, cosas que no hemos resuelto de nuestro pasado, pero una vez que pasa el terremoto todo queda en la superficie. Y Dios viene con el fuego a purificar, viene a sacar, a quemar todo lo que está mal, viene a consumir toda esa superficie para santificarnos, para sacar lo mejor de nuestra vida que es lo que él sembró.
Viene el fuego de Dios que duele pero que transforma, solo aquello que exponemos en la presencia de Dios puede ser purificado. No vamos a transformar nuestro carácter reconociendo ¡ay, qué mal carácter que tengo! porque lo vamos a seguir teniendo. No vamos a transformarlo a menos que le pidamos que lo queme, que se lo entreguemos, que admitamos que nos cuesta aun teniendo a Dios en nuestras vidas. No vamos a abandonar los pecados solamente diciendo: <me voy a esforzar para no pecar más>, sino reconociendo que eso es lo peor de nosotros, que el pecado es una inmundicia, que nos da nauseas, que lo aborrecemos, que no sabemos cómo están dentro pero que queremos exponerlo para que lo queme, para que nos purifique.
Es bueno adorar y amar a Dios cuando entendemos todo lo que pasa, pero el secreto de la fe es creer en cuando no entendemos.
Entonces es muy probable que en esta parte del proceso nos demos cuenta que necesitamos ayuda porque solos no podemos. En el viento, en el terremoto todo se movió, pero en el fuego nos damos cuenta que solos no podemos, pero ¿Por qué no podemos? Porque no fuimos pensados para ser independientes. Dios no nos llama a ser llaneros solitarios, ni mujeres maravillas. Entonces Dios nos pone en esa situación para entender que nos preparó para ser iglesia, para ser cuerpo, para ser familia, nos somos seres independientes, no podemos solos sino que necesitamos ayuda.
Dice la palabra que Jehová tampoco estaba en el fuego, y puede ser que llegues a esta parte del fuego y sigas sin sentir la presencia de Dios. En este momento donde somos confrontados con las peores cosas de nuestras vidas, pero lo que empieza a pasar es que comenzamos a sentir una necesidad fuerte de salir de la cueva, de esa situación, de esa oscuridad, de ese lugar y comienza a nacer una desesperación de correr a los brazos del Padre, de pedir auxilio y ahí se reactiva el propósito de Dios en nuestras vidas.
Dios enviará ese silbo apacible, ese suave murmullo, después de todo ese proceso, de esa oscuridad viene un tiempo de amanecer. Siempre viene después de cada proceso ese silbo apacible, si es que lo transitamos de la mano de Dios. Podemos volver a sentir a Dios y en una dimensión que nunca antes vivimos, vamos a volver a escuchar a Dios pero como nunca lo escuchamos.
Solo se trata de fe y tomarnos de eso, no se trata de creer cuando entendemos, Dios es inentendible porque él es Dios y ahí es cuando se activa su poder, viniendo el silbo apacible, el suave murmullo.
¿Por qué no estaba en el viento? Si Dios lo envió, ¿Por qué no estaba en el terremoto? Si él lo envió, ¿por qué no estaba en el fuego? Si él lo mando. ¿Por qué Dios no está? Dios no nos quiere en la cueva, nos quiere afuera de ahí, son circunstancias temporales pues él nos planeó para lo eterno y si Dios estaría en cada uno de esos lugares nosotros nos quedaríamos a vivir allí en la cueva con esa actitud de víctima.
No nos quedaremos en las circunstancias, en las pruebas pues él nos espera en el silbo apacible en el lugar íntimo, en su presencia, en el lugar donde él quiere que nos quedemos a vivir para siempre.
Dios envía el silbo apacible y delicado tras el fuego. De repente, viene la voz clara de Dios, se abren los ojos de la fe y podemos entender que Dios no nos estaba destruyendo, que Dios no se estaba divirtiendo dejando que el diablo nos zarandee, sino que nos estaba liberando, activando el plan que tiene para nosotros. De repente escucharemos la voz de Dios detrás de todas esas circunstancias y podremos decir: ¿Qué hacía yo en esa cueva?
¿Cómo puede ser que me deje engañar por el diablo o por mí mismo para meterme en esa cueva? ¿Qué fue lo que me metió ahí, que fue lo que me dio permiso? Yo no fui creado para estar ahí. Elías escucho el silbo apacible y cubrió su rostro con su manto y salió.
Salgamos ya de la cueva, es ahora, Dios no nos quiere en ese lugar, sino que se quiere dar a conocer como nunca antes, preparémonos para la más grande experiencia espiritual de nuestras vidas. Dios se va a revelar en lo secreto.
Dios le estaba diciendo a Elías: yo soy más grande que el viento, más que el terremoto, más que el fuego, soy más que poder, yo soy Abba. Muchas veces Dios va a enviar viento, terremoto y fuego pero no es así como siempre habla. Dios envía esos fenómenos pero no estaba en ellos, muchas veces el viento, el terremoto y el fuego son el preámbulo del silbo apacible, y hay que pasar por ellos para encontrarnos en intimidad con Dios. Las circunstancias nos llevan a ese tiempo increíble con Dios. En ese momento Elías debería entender que lo que el salmista dijo aplica para todo en la vida: <que aunque el llanto dure toda una noche, la alegría durará para toda la vida> Dios le está diciendo a Elías lo que nos dice a nosotros hoy ¡Hey, yo no terminé todavía con vos! Podemos ser consagrados y tener años en el camino de Dios o poder ser nuevos en Dios o haber pasado muchas cosas, pero él nos repite <yo todavía no terminé contigo> porque el que comenzó la buena obra en nuestras vidas la va a seguir perfeccionando hasta el último día que respires.
Dios le estaba pidiendo a Elías que vuelva de su camino mal andado y le dice también a la iglesia que volvamos del camino mal transitado. Dios sigue teniendo el control y nadie puede tocarnos. Dios no le dice a Elías: vamos que te voy a quitar el miedo, te voy a quitar la depresión, quédate tranquilo que te voy a defender, yo voy a matar a todos los que envía Jezabel, yo envío a los ángeles para defenderte así te quedas tranquilo, no claro que no. Dios no estaba allí para hacerle un mimo a Elías, sino que le dijo que él era tan grande que no solo lo sacaba de la cueva, sino que le iba hacer ungir reyes y levantar nuevos ministerios, porque él es el Dios Todopoderoso que todo lo puede pues no había terminado los planes con su vida.
Nos menciona que Elías cubrió su rostro con el manto y al rato lo vemos a Elías tirando el manto en el Río Jordán y este se abre. Más tarde lo vemos a Eliseo tomando el manto cuando Elías fue arrebatado, lo tira y vuelve a repetirse la misma escena, ¿Por qué? “Porque todo lo que se expone a la presencia de Dios es afectado por su gloria” es decir que si nos exponemos a la presencia de Dios seremos afectados e iremos al ámbito en donde nos movemos en la semana (trabajo, escuela y demás) y la gloria de Dios nos acompañará porque nos expusimos a la gloria de Dios.
“Tal vez estemos viviendo un tiempo de incertidumbre, de cueva, de tristeza, de prueba como Elías, pero Dios sigue teniendo planes para nuestras vidas. Debemos salir de la cueva y descubrir los planes de vida que Dios tiene. No hay nada más maravilloso en la vida que saber que le arrancamos una sonrisa a Dios, con nuestros defectos y errores, pero que cuando mire nuestro corazón le saquemos una sonrisa. Dios no nos planeó para una vida de cueva, sino que nos planeó para una vida de gloria en gloria, de victoria en victoria, de triunfo en triunfo, pues todavía no terminó con nosotros”