Jesús, puro y simple

23 de febrero de 2025

Estamos leyendo como iglesia el evangelio de San Marcos, vemos el ministerio público de Jesús, sus obras, sanidades, los milagros y la libertad que recibieron las personas. Entendemos que Jesús EL QUE ES, es puro y simple por eso nos enfocaremos en la pureza y simpleza del evangelio. Para poder vivir un evangelio puro y simple primero tenemos que librar continuamente una batalla por nuestra identidad, entender quiénes somos y lo segundo es saber que somos dignos de su reino.

Jesús modeló un estilo de pureza y simpleza en su vida, él en sus días en la tierra compartió con personas impuras, se sentó a la mesa con personas pecadoras pero no se corrompió, compartió con personas impuras pero su esencia se mantuvo pura. Vemos a lo largo de su vida que su corazón estaba ligado a la honra y la obediencia.

La definición de puro es: estar libre de mezcla, ser íntegro, no tener dobles intenciones y todo el tiempo buscar la verdad. Además, caminar en integridad en todo lo que hacemos, desde nuestros pensamientos hasta lo que hablamos y todo el tiempo estar en búsqueda de la verdad.

La pureza se resume en caminar todo el tiempo sin mezclarnos, aun teniendo la posibilidad de hacerlo.

La definición de simple es: sencillo, manso, obediente, elemental y comprensible.

¿Cómo vivir un evangelio puro y simple?

San Marcos 8 y 9

En Marcos 8 nos relata que Jesús alimenta a cuatro mil personas, no solo alcanzó para alimentarlos a todos, sino que también sobraron canastas con panes. En esto podemos ver la soberanía de Jesús, el poder que tenía por ser Hijo de Dios, la autoridad que había sobre él.

También podemos ver que después de haber pasado este momento, Jesús confronta a los discípulos haciéndoles saber que todavía tenían el corazón endurecido (tienen ojos y no pueden ver, tienes oídos y no pueden escuchar). El otro milagro que podemos observar es cuando sana a un ciego en Betsaida, Jesús les pregunta a los discípulos acerca de quien dice la gente que es él y quienes dicen ellos (los discípulos) acerca de él.

Luego, Jesús habla, predice su muerte y da una clave para poder seguirlo a él, para ser su discípulo, para dejar de ser de aquellos que estaban a lo lejos y empezar a caminar cerca de él.

San Marcos 8:34-35

Aquí nos habla Jesús de que todo aquel que quiere seguirlo debe negarse así mismo, tomar su cruz y seguirlo.

San Marcos 9

Se relata la transfiguración donde aparta a tres de sus discípulos, los lleva al monte, se transfigura y aparecen Moisés, Elías y ahí es donde Pedro propone quedarse en el lugar. Podemos ver cómo era el día a día de Jesús, cómo caminaba en un evangelio puro y simple, no se enredó en cuestiones que no debía, no lo hizo complejo, lo hizo comprensible y práctico.

UNA BATALLA POR LA IDENTIDAD

Necesitamos entrenar nuestro corazón para pasar de ser un seguidor a un discípulo. Ser discípulo es una elección voluntaria, propia, es caminar junto a Jesús dejando todo para seguirlo y rindiendo una y otra vez el corazón.

Ser discípulo no es declararlo solamente, sino que día a día rendirle nuestro corazón.

Ser un discípulo es dedicarse a aprender de Jesús y a caminar junto a él. Es alguien que no se separa, no es aquel a quien hay que decirle qué hacer, sino aquel que todo el tiempo busca qué puede aprender mirando a su maestro.

Los discípulos de Jesús estaban llenos de errores, más de una vez no entendían lo que Jesús les hablaba porque estaban dedicándose a aprender de él. No eran un modelo terminado. La obra de Jesús, estando en los cielos y bajándose a la condición de hombre, humillándose a la condición de siervo, fue lo que quebró la distancia que había entre nosotros y él.

Jesús estando en los cielos no tenía que humillarse a la condición de hombre y morir en la cruz, pero entendió que era su parte del plan, quebrando así la distancia. En Juan lo habla mencionando que ya no los iba a llamar siervos porque los había sacado de la condición de esclavitud para acercarlos a su corazón y poder llamarlos “amigos”. Los reconoce como discípulos, no son extras, sino gente cercana a su corazón. Entonces podemos entender cómo Jesús quebró la distancia que había entre nosotros y él poniéndonos en una comunión sin fin.

La comunión que tenemos con Jesús no tiene final, lo único que le puede poner final a esa comunión somos nosotros mismos, con nuestras malas decisiones, haciéndolo a un costado de nuestras vidas, no teniéndolo presente en nuestro día a día.

Antes estábamos esclavos del pecado pero hoy podemos afirmar que somos sus discípulos. Podemos mencionar tres cosas que están presentes en esta batalla por la identidad.

¿Cuál es la actitud de un discípulo y cuál la de un seguidor?

LA BÚSQUEDA

El seguidor busca los beneficios que puede recibir de Jesús, el discípulo busca la relación que puede cultivar con él. La diferencia marcada está en que un seguidor de Jesús busca lo que puede recibir de él, un milagro, una sanidad o prosperidad, pero el discípulo lo busca a él, busca desarrollar una comunión íntima con él. Un discípulo está en la búsqueda de vivir una comunión con Cristo. Quien se reconoce como discípulo busca estar ligado a Cristo, aparejado con él.

A un discípulo no lo mueve lo que pueda recibir de Jesús o lo que puede hacer, o si atraviesa dificultades, sino lo que lo mueve es seguir los pasos de Cristo.

Las dificultades como los beneficios que pueda tener un discípulo las entiende como parte del camino, pero su búsqueda es caminar junto a Cristo. El que se reconoce como discípulo sea que reciba beneficios o dificultades las entiende como parte del camino. Pero no se queda en el camino porque lo está haciendo con Jesús y va a llegar hasta el final. Si el fundamento, lo que nos lleva al Grupo de Vida, lo que nos hace ir a Casa de Oración, lo que nos hace ser luz en nuestro trabajo es la comunión con Cristo, aun la muerte será ganancia para nosotros. Porque un discípulo no busca lo que puede recibir de Jesús, lo busca a él y si aun muere con él, lo toma como ganancia.

Si todo lo que esperamos de Jesús es lo que podemos recibir de él, cuando no recibamos nada, nuestra fe se morirá.

La primera gran diferencia entre un seguidor y un discípulo es lo que buscan. Es la batalla por nuestra identidad, seguramente en algún momento actuamos como seguidor y en otro momento nos reconocimos como discípulo. Es una batalla que está en nuestra mente, en nuestro corazón todos los días, necesitamos todo el tiempo librar esta batalla y pararnos en la posición que él nos ha dado, que es la de discípulo.

EL VÍNCULO

Un discípulo se vincula de forma profunda con Jesús. Un seguidor conoce y se conforma con lo superficial pero el discípulo tiene acceso al corazón de Jesús. Jesús a un discípulo no le esconde nada, el mismo Jesús que le dio de comer a cuatro mil personas con siete panes, a los días después se estaba transfigurando frente a sus discípulos, pudieron verlo actuar con poder dándole de comer a un montón de personas y a los días después lo vieron transfigurarse.

El discípulo tiene acceso a ver la gloria de Cristo en público y en privado.

El discípulo no solo tiene acceso a lo superficial, a lo que todo el mundo ve, sino que también tiene acceso a lo que nadie ve. Aquellos que deciden ser discípulos de Cristo pueden conocer en profundidad todo lo que él es. En las multitudes Jesús muestra su soberanía y poder pero con sus discípulos revela su rostro y muestra la vulnerabilidad de su corazón. Un discípulo no le teme a la confrontación, Jesús en más de una ocasión tuvo que confrontar a sus discípulos.

EL COMPROMISO:

Un discípulo rinde sin medidas su vida y corazón ante Jesús. La diferencia en el compromiso entre un seguidor y un discípulo es que el seguidor especula con Jesús y el discípulo, su compromiso es dar la vida por él.  El seguidor, cuando Jesús lo invita, va a analizar que puede perder o que puede ganar, entra en un negocio (especular: es negociar). El discípulo da la vida, lo que quiere es caminar con Jesús y que se le pegue todo lo que él es. Un discípulo no negocia a Cristo ¿Qué es lo que no negociamos en nuestro día a día?

Entramos en conflicto cuando queremos teorizar por completo un evangelio que es práctico, cuando le queremos poner marcos al evangelio y hacer de eso una teoría. Vamos a entrar en conflicto, porque el evangelio es para vivirlo de forma práctica.

Jesús durante tres años modeló un evangelio práctico, no lo hizo complejo, lo hizo sencillo y alcanzable para todos.

En la escena de la purificación del templo Jesús se encuentra con los cambistas, lo que provoca el enojo de Jesús tirando las mesas que estaban allí. El enojo de Jesús fue por las intenciones del corazón de las personas. Conocemos que, cuando las personas iban a entregar al templo un animal, debían encargarse al menos un año completo en criarlos para ofrecerlo como sacrificio, esa era la cultura. ¿Qué estaba haciendo la gente? Iban a comprar las palomas que otros se encargaban de alimentarlas, les pagaban por ellas y eso ofrecía como sacrificio en el templo. Por eso, Jesús se enoja, porque cada uno debía ocuparse de su responsabilidad. Las personas compraban lo que a otro le había llevado el tiempo para preparar.

En el reino de Dios no existen los atajos, no es coherente esperar que otros hagan lo que es nuestra responsabilidad.

En el Reino de Dios no hay atajos, no hay caminos cortos, no podemos saltear procesos, en el Reino de Dios él nos llama a morir y a sacrificar lo que tenemos en nuestras manos. No podemos esperar que la oración de nuestro pastor u obrero nos transforme la vida en un minuto. Sí es un impulso, afirma nuestras vidas, afirma nuestra identidad, afirma nuestro corazón, pero nadie se puede encargar de dar por Cristo lo que a nosotros nos corresponde dar.

Nosotros elegimos ser discípulos, hay decisiones y entregas que nos corresponden a cada uno de nosotros delante de Jesús.

El evangelio es un camino de entrega constante. Cristo fue la primicia de lo que hoy somos nosotros, si Cristo tuvo que ir a la cruz y dar su vida, siendo el nuestro modelo a seguir, no esperemos menos nosotros. En el Reino de Dios el sufrimiento es parte de nuestra historia, el sufrir está relacionado con el resistir, perseverar, soportar. No solo es pasarla mal, primera de Tesalonicenses nos dice que “fuimos hallados dignos de su reino por el cual estamos sufriendo” (1º Tes. 3:7) nos habla de perseverar, de resistir cuando venga el enemigo, habla de persistir.

San Marcos 8:34-35

Es el resumen de todo lo hablado, la búsqueda de un discípulo está en la  persona de Jesús, en la comunión, en vincularse de manera profunda con él y si es necesario dar la vida por su maestro.

Somos dignos de su Reino, necesitamos hacer un cambio radical para pasar de esa naturaleza de seguidor a discípulo. No tiene que ver con un ideal, donde vivimos libres de tensiones, libres de padecimientos o donde tenemos todos resuelto. Nos enojamos con Jesús si padecemos pruebas y lo miramos desde una postura de seguidor, pero si entendemos que somos discípulos, aun en la prueba o pérdida vamos a encontrar gozo, porque entendemos que la ganancia está en nosotros, que es Cristo habitando en nuestras vidas. Ser digno de su Reino no tiene que ver con ser libre del padecimiento, del dolor o del sufrimiento, necesitamos aprender a contentarnos en todas las temporadas.

Ser dignos de su Reino es entender que por tener a Cristo en nosotros somos aptos para su obra. Ser digno no se refiere a merecimiento sino a coherencia. No es por lo que hayamos vivido o las experiencias que tengamos, sino es por tenerlo a él en nosotros. Si lo sacamos de la escena nos vamos a perder.

Una persona que es considerada digna actúa de forma digna. Vivir un evangelio puro y simple está relacionado con vivir una vida que es transformada por la palabra que predica. Todo lo que afirmemos de Jesús tiene que transformar nuestras vidas, porque si no tarde o temprano caeremos en una religión.

Si lo que predicamos o hablamos en nuestras casas no nos transforman por completo, tarde o temprano caeremos en religión o idolatría que no nos va a llevar a ningún lugar. El evangelio es vida, es dinámico y todo el tiempo está transformándonos. Hay una clave para vivir un evangelio puro y simple, que es despojarnos de lo que tenemos para caminar junto a Cristo.

San Marcos 10:17-30

Jesús le pone una condición al joven rico, que venda todo lo que tiene, para seguirlo.

San Marcos 10:46-52

Jesús sana a un ciego llamado Bartimeo.

Estas historias tienen algo en común, las dos personas salieron al encuentro de Jesús, ellos querían encontrarse con él, el joven rico fue corriendo y se arrodilló frente a Jesús, Bartimeo cuando se enteró que Jesús pasaba por el lugar se puso a gritar. Las dos personas conversan con Jesús, los dos tuvieron que luchar con el desánimo. Si nuestra fe, si el motivo por el cual seguimos a Jesús está en lo que queremos recibir, cuando no recibamos nada, nuestra fe se va a morir. Tanto Bartimeo como el joven rico lucharon con el desánimo, pero solo uno de ellos dejó todo para seguir a Jesús. El joven rico se desanimó por la respuesta de Jesús, entendiendo que no se podía despojar de lo que tenía, pero Bartimeo echó a un lado su abrigo que era lo único que tenía y de un salto comenzó a seguir a Jesús. ¿En qué momento de nuestras vidas se nos fue apagando la reacción de cuando Jesús está en escena? De dejar todo y salir a su encuentro. ¿En qué momento de nuestras vidas nos acostumbramos tanto a estar con él, que naturalizamos su Presencia entre nosotros? Bartimeo se despojó, quizás no sabía si Jesús lo sanaría pero no quería perder la posibilidad de estar frente a él. La diferencia entre estas dos personas no está en su condición, ni status, sino que está en la búsqueda de su corazón.

¿Qué fue lo que hizo que nuestro clamor por Jesús se apague cuando nos enteramos que estaba cerca? ¿Qué fue lo que en el día a día nos fue apagando las ganas de contemplarlo a él y de salir corriendo a su encuentro? ¿Con cuántas cosas nos cargamos que empezaron a ser anestesia para nuestro espíritu y que apagaron esa pasión por ver a Jesús?

Si hablamos de padecimientos, hubo una persona que lo experimento en carne propia y fue Job. (Job 8:5-6) si nuestro corazón camina en pureza y rectitud, vamos a tener a alguien que va estar velando por nosotros, ese alguien que está velando por nosotros, no se va a dormir. Dios no solo saciará a quienes caminan en pureza y rectitud, sino que también velará por ellos. Cada vez que elegimos caminar en pureza y rectitud, él está en los cielos contendiendo por nosotros, no hay mérito en nosotros por vivir en santidad, porque si podemos permanecer en pureza y santidad, es porque él está permaneciendo en gracia sobre nosotros.

“Necesitamos recuperar ese clamor y es pasión por Jesús. No podemos perdernos el estar cara a cara con él. No nos acostumbremos a la presencia de Jesús, no perdamos la capacidad de correr a Jesús. Solo anhelemos estar con él, sin recibir nada. Que Él vuelva a poner en nosotros el deseo por su presencia. Él ha visto en nosotros personas dignas de su Reino, no por nuestras cualidades, no por lo que sabemos hacer, sino porque él está en nosotros. Somos dignos de su Reino. Cristo habita nuestros corazones, que nuestro deseo y oración pueda ser coherente con lo que el Señor nos está hablando.”

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