
2 de marzo de 2025
Los evangelios son relatos de hechos históricos de Jesús hablados por diferentes personas y justamente lo que le da veracidad a la Biblia son estas diferencias. El testimonio de los tres testigos de estos evangelios nos da la pauta de que este Jesús histórico fue real y otra cosa importante es que el Espíritu Santo nos va a mostrar en nuestro corazón la veracidad de estos hechos pues en el evangelio de San Lucas todo el tiempo lo habla.
San Lucas 19:1-10 (NVI)
Zaqueo era un hombre muy rico, era el jefe de los recaudadores, era corrupto, una persona traicionera de su propia gente, que estafaba a sus propios hermanos, lo cual era algo muy mal visto. Cuando Jesús llega al lugar, se encuentra con este hombre, quien al escuchar de Jesús y emocionado por conocerlo, corre hasta un árbol y se trepa para poder verlo. Cuando Zaqueo lo mira, inmediatamente Jesús conecta con él. Qué increíble que este hombre tan adinerado en lugar de reunirse con gente de elite, en cuanto escucha de Jesús, en su corazón se enciende una expectativa tremenda. ¿Qué despierta Jesús en nuestras vidas? Porque Zaqueo siendo corrupto y mal visto en la sociedad, cuando escucha de Jesús se vuelve loco.
Jesús lo mira a Zaqueo y le pide que se baje del árbol para ir hasta su casa. ¿Zaqueo buscaba a Jesús o el Señor lo buscaba a él? Vemos cómo Zaqueo lo recibe con alegría a Jesús en su casa. ¿Cómo recibiríamos a Jesús si él quiere entrar a nuestra casa? O una pregunta más real para nosotros que vivimos una vida con el Espíritu Santo ¿Cómo nos preparamos el día a día, sabiendo que él ya vive con nosotros? La queja no debería encontrar un lugar en nuestros corazones pues Jesús está con nosotros, por todo lo que hizo por nosotros y por la salvación que nos otorgó no debería haber lugar en nuestro corazón, ¿Por dónde se escurre la alegría, el gozo?
Debemos ser agradecidos, estar contentos, alegres disfrutando de todo lo que hacemos, debemos soñar, brillar porque el Señor nos salvó, servir a Cristo no es algo triste. El Señor nos va ayudar a recuperar el gozo, porque este Salvador viene a buscar todo lo que se perdió.
La queja y no tener un corazón agradecido está conectado con la ofensa.
¿Estamos ofendidos con Dios o con los hombres? Es lo mismo. Los que vieron esta escena murmuraron, los religiosos se enojaron con Jesús porque iba a ir a dormir a la casa de un pecador. Muchos se ofenden cuando Jesús hace cosas propias de su naturaleza: como salvar, restaurar, redimir, abrazar, consolar, pero si eso es lo que él hace, es su esencia, ¿Cómo nos vamos a ofender por ello? Pero, sin embargo, nos podemos ofender, a todos nos puede pasar y ahí es donde tenemos que estar alerta, si esto viene a nuestras vidas debemos tener el poder de sacarlo enseguida, esto es una lucha constante en nuestra mente, en los pensamientos.
Podemos ofendernos en algunas maneras en las que Dios actúa:
Quizás algún fariseo podría decir:
¿Por qué se hospeda Jesús en esa casa y no en la mía?
¿Por qué Jesús come con él y no conmigo?
¿Si Jesús supiera lo que hace aquel, ni lo visitaría
Dios prospera a mi hermano, pero a mí ni me vio.
Podemos ofendernos con nuestros hermanos, él debería haber estado cuando lo necesité.
La tarea que se le asignó, no la está cumpliendo bien (yo lo haría mejor).
Siempre le tengo que estar ayudando, pero a mí ¿Quién me ayuda?
Al final, el único que pierde soy yo.
Me merezco un aumento.
En mi trabajo no se me valora.
Yo estoy para más.
Me la paso trabajando, ¿para qué?
Todo el día con los nenes ¿Cuál es mi recompensa?
Yo amo a Dios, pero a mi hermano no.
Muchas veces la ofensa está relacionada porque no hacemos las cosas bien, no estamos dándole nuestra mejor adoración a Dios, nuestro mejor tiempo, le podemos dar más pero no queremos. Es nuestra responsabilidad lo que le damos a Dios, acorde a lo que le entreguemos es lo que vamos a recibir, si estamos rendidos ante él, es ahí adonde viene a reposar y con él toda la bendición. En muchas oportunidades nos enojamos con el que tenemos al lado, pero esa ofensa es con Dios, le reprochamos como si nos debiera algo. Debemos entender que el Señor es el alfarero y nosotros el barro.
Hoy podemos renunciar a la ofensa, nadie nos debe nada, sino que nosotros somos deudores. Debemos entregar nuestras vidas, debemos brindarnos, no vamos a reprochar, vamos a ser agradecidos y libres de la ofensa pues tenemos a un Dios que lo llena todo.
Fue hermoso lo que le pasó a Zaqueo, en él hubo arrepentimiento, un cambio de dirección rotundo. Zaqueo se apresura a quitar el obstáculo y se compromete a dar la mitad de sus bienes a los pobres. ¿Qué obstáculos tenemos que nos impiden acercarnos a Dios? El arrepentimiento tiene que ver con quitar los obstáculos, no negociamos con Dios sino que quitamos el obstáculo (todo lo que nos separa de Dios) y lo otro que hace Zaqueo es devolver cuatro veces más a quienes defraudó. ¿Qué importancia tiene esto? Era cumplir con la ley mosaica, estaba conectando con lo que los judíos practicaban, estaba marcado en la ley que cuando alguien robaba debía devolver cuatro veces más. Entonces, como Zaqueo esta tan arrepentido, procede a restituir lo que robó.
La restitución es parte del arrepentimiento.
¿A qué nos llama Dios hoy?
Al arrepentimiento y restitución, un cambio drástico, totalmente radical, que incluye la restitución de los daños que hicimos. El cielo nos baña con su gracia y viene la limpieza a nuestras vidas pero debe haber arrepentimiento. Si esto no ocurre todo es vacío, no sirve de nada que cambiemos un poco, que mejoremos un poco, debemos entender que cuando estamos en pecado estamos muertos, estamos fuera. Lo que necesitamos es dar un giro y correr a Dios, correr con todo nuestro corazón, quebrarnos delante de él ¿Qué podemos hacer, cómo podemos cambiar, cómo restituimos?
Sin el arrepentimiento no vamos a ver ningún cambio en nuestras vidas, podemos asistir toda la vida a la iglesia, pero no se trata de esto, Jesús vino para darnos la oportunidad de arrepentirnos cuando fallamos. El arrepentimiento es un cambio drástico, rotundo, radical.
Jesús nos restituye, nos restaura, no pone parches, hace todo nuevo.
Dios es un Padre bueno que cuando nos ve volver, nos ve arrepentidos, nos sale a buscar, nos pone vestiduras nuevas, nos pone un anillo en el dedo, nos abraza, celebra, prepara un banquete para nosotros y hace fiesta porque hemos regresado. El arrepentimiento es una actitud, es entregarlo todo, es girar completamente y entregar todo por Cristo sabiendo que él es quien nos restituye. Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
¿Qué cosas se quedaron en el camino? Proyectos, trabajos, vínculos, salud, parte del llamado de Dios para nuestras vidas.
Dios no nos eligió por la capacidad de hacer las cosas, nos eligió porque él es Dios y tiene gracia restauradora.
Zaqueo estaba desesperado para que Jesús haga algo en su vida, pero también Jesús estaba queriendo conectar con él. Jesús le dice hijo de Abraham, ¿Cómo podía ser hijo de Abraham? Alguien que traicionaba a su pueblo, alguien que era deshonesto, que quebrantaba la ley, un cobrador de impuestos, alguien que trabaja para el pueblo opresor. Zaqueo conecta con sus raíces, llega Jesús a su casa y él se compromete a restituir lo que había quitado. Reconoce que había vivido una vida deshonesta pero que a partir de esa temporada quería cumplir con los mandamientos, con lo que era correcto, quería conectar con la esencia de su pueblo y Jesús le restituye ese título, Zaqueo hijo de Abraham.
¿Qué implica ser un hijo de Abraham? Tanto para Zaqueo como para nosotros, ser un hijo de Abraham es ser heredero de las promesas hechas al Patriarca.
¿Qué le prometió Dios a Abraham?
Génesis 12:2-3 “Haré de ti una nación grande y te bendeciré, haré famoso tu nombre y serás una bendición, bendeciré a los que bendigan y maldeciré a los que te maldigan, por medio de ti serán bendecidas todas las familias de la tierra.”
Esto quizás puede parecer ajeno a nosotros pero está conectado con nuestra realidad. Dios nos quiere bendecir, nos quiere dar, nos quiere volcar todo lo que tiene para que seamos bendición hasta lo último de la tierra. Debemos tomar el rol que Dios nos dio, esa asignación que nos da en este tiempo. Si Dios nos bendice, nos vamos a convertir en bendición a todas las familias de la tierra, empezando por nuestro barrio, escuelas, trabajos o donde nos toque estar. Somos bendecidos para bendecir a otros.
“Debemos abrazar todo lo que el Señor preparo para nosotros, pidámosle a Dios que nos dé todo lo que tiene para poder ser de bendición. Debemos ser parte de lo que Dios está haciendo y a medida de que se rompan todas las limitaciones en nuestro corazón, empezaremos a declarar ¡sí, eso es para mí! Nos arrepentimos, cambiamos, nos quebramos para volvernos de todo corazón para buscar al Señor y en ese quebranto veremos las promesas cumplidas.”