
9 de marzo de 2025
En el libro de San Lucas podemos observar que al comienzo a diferencia de los evangelios de Mateo y Marcos, toma un tiempo para hablar de la vida de Juan el Bautista. La experiencia que tiene Zacarías donde se le anuncia que van a ser padres junto a Elizabeth, lo cual era algo sobrenatural porque ellos eran grandes de edad pero aparte su esposa era estéril. Pero no solo eso, sino lo increíble que Dios quería hacer en la vida de Juan el Bautista. Aun desde el vientre él fue lleno del Espíritu Santo y podemos ver que su vida es una señal constante que apunta a Jesús, desde antes de nacer y a lo largo de su ministerio también.
Juan fue quien le preparó el camino al Señor en su primera venida como hombre a la tierra, pues para eso había sido destinado y hoy nosotros somos esa generación que prepara el camino para la segunda venida, para el regreso de Cristo. Por eso, entendemos que así como Juan con su vida fue una señal, nuestras vidas también tienen que ser una señal constante que apunte al Señor. Juan constantemente mencionaba que se trataba de Jesús, no de él. Podemos ver tres momentos puntuales de cómo Juan siempre apuntó a Jesús para que lo siguieran:
Uno es cuando le preguntaban ¿quién era él? A los cual respondió ¡Soy la voz que clama en el desierto, quien prepara el camino al Señor! Otro momento que podemos ver es cuando Jesús es bautizado y Juan les dice a sus discípulos que vayan tras él, impulsándolos para que lo sigan. Otra escena es cuando Jesús estaba bautizando y Juan también a pocos metros. Entonces los discípulos le consultaron respecto a esto, pues toda la gente iba con Jesús, a lo que Juan les responde: ¡Es necesario que el crezca y que yo mengue!
Así como Juan lo entendió de esa manera, nosotros debemos tomar la misma actitud: que él crezca, pero que nosotros mengüemos
Cuando hablamos de crecimiento se entiende que es algo que va en aumento, en volumen y en tamaño, todo lo que está sano y tiene vida está destinado a crecer. Así como nosotros corporalmente tenemos necesidades físicas que debemos suplir también nuestro espíritu tiene esas necesidades espirituales para crecer. Juan cuando habla de que él debe menguar para que Cristo crezca no está hablando de estatura, sino que habla en lo espiritual. Si nuestro cuerpo físico tiene necesidades físicas a diario que debemos sustentar para que siga creciendo y funcionando, hay necesidades espirituales que necesitamos para que la vida del Espíritu siga creciendo. El crecimiento espiritual no se trata de estar en más áreas de servicio, o estar en un lugar de exposición, o hacer algún curso teológico, todo esto ayuda, pero no tiene que ver con el crecimiento espiritual, sino que lo debe crecer en nosotros es el carácter de Cristo.
Muchas veces entramos como en una meseta o estancamiento y es bueno que veamos porque la vida del Espíritu no está creciendo en nosotros. Para ello vamos a preguntarnos lo siguiente para poder analizarnos y ver qué es lo que nos está faltando, o que es lo que no estamos cultivando: ¿Cómo se compara nuestra vida de oración actual, con la de antes? Lo que damos, ¿Ha crecido tanto la cantidad, como el gozo y la alegría de dar? ¿Qué pasa con la lealtad hacia la iglesia, ha ido en aumento, ha crecido? ¿Les hemos hablado a más personas de Cristo? ¿Y el estudio de la palabra? Con estas preguntas vamos hacer un balance de lo que crecimos espiritualmente.
Todos somos discípulos de Jesús y nuestra meta es que lleguemos a la completa medida de Cristo, esa es nuestra meta.
Vamos a ver cuatro disciplinas de los discípulos:
DEDICAR TIEMPO A LA ORACION
Sabemos que oramos congregacionalmente, intercedemos en Casa de Oración, oramos en nuestros grupos de vida, oramos como matrimonios o como familias. Esto es muy bueno porque es necesario, pero también debemos tomar tiempo en la oración a solas con Dios.
San Lucas 4:38-43
Jesús va a la casa de Pedro donde sana a su suegra y la casa se llenó de gente cuando se enteraron del milagro. Pero cuando Jesús acabó de hacer todos los milagros en las personas que habían acudido a la casa, se retiró ya de madrugada a un lugar solitario, porque entendía que necesitaba apartarse ese tiempo para estar a solas con el Padre.
Hoy nuestra realidad es bastante atareada, todos andamos con muchas actividades, responsabilidades y compromisos, pero para todo tenemos el tiempo, por eso también debemos ser intencionales para apartar ese tiempo de estar a solas con el Señor. Es una mentira que no tenemos tiempo para orar, debemos derribar ese pensamiento, aunque no tengamos el espacio, el lugar necesario para orar, no siempre van a estar todas las condiciones dadas, pero debemos buscarlo, hacerlo, ser intencionales.
La vida de oración es lo que nos sostiene, es lo que le da el significado y el peso eterno a todo lo que hacemos. Todo lo que hagamos para el Señor bendice pero cobra un sentido mayor y un peso eterno cuando lo cultivamos desde lo íntimo.
(San Mateo 14:23, San Marcos 2:35, San Lucas 6:12, San Lucas 22:39-46)
Como discípulos del Señor para lo que viene por delante no nos va a sostener la misma vida de oración que teníamos tiempo atrás. Lo que viene por delante va a demandar de nosotros el ser disciplinado en la oración. Debemos ser disciplinados, pues disciplina es llevar a cabo un plan para lograr la meta. Cuenta nuestra actitud y la intención de ser disciplinados, de a poco vamos a encontrar los hábitos o las maneras que nos favorezca para hacerlo, tenemos que encontrar el deleite. El tiempo de oración no es para cumplir, sino que hay un punto donde encontramos el deleite y la plenitud en estar en intimidad con el Señor donde nuestro corazón va arder para hacerlo. Este año debemos asumir ese compromiso de cultivar ese tiempo de oración, si antes teníamos una vida de oración mediocre, debemos entender que lo que viene por delante no lo vamos a sostener con esa misma vida de oración, sino que debemos cultivarla y ser disciplinados.
LA BIBLIA COMO NUESTRO ALIMENTO
Los judíos como cultura tienen el estudio y la lectura de la palabra, aun desde muy pequeños se les repite las escrituras y la memorizan.
San Lucas 2:41-52
En este pasaje podemos ver el hambre que había en Jesús por la palabra, tal así que se quedó en el templo con los maestros de la ley, tenía hambre por aprender. Debemos cultivar en nosotros ese apetito espiritual por aprender y leer la palabra, cada día tomarnos ese tiempo.
San Lucas 4:1-13 Jesús después de ser bautizado es llevado al desierto por el Espíritu y es tentado por el diablo, pero en todas las ocasiones le responde con la palabra y lo vence. Usa la palabra como espada, necesitamos la palabra para poder vencer al enemigo, que va a venir una y otra vez para que caigamos. Y una manera de permanecer firmes será abrazando la palabra y tomarla como nuestro alimento.
Podemos hacer de la palabra nuestra espada, en Efesios 6 nos menciona acerca de la armadura de Dios, de cada pieza que la compone y habla de la palabra como una espada, es el único de los elementos de la armadura que sirve para atacar. El resto son todos para protegernos, para cubrirnos, pero para atacar solamente la espada. Pero ¿De qué sirve la espada en un guerrero que no sabe cómo usarla? Necesitamos aprender a usarla, a conocerla, a estudiarla.
Tenemos que indagar en la palabra, qué es lo que Dios quiere decir para nosotros, debemos profundizar, tenemos que nutrirnos, alimentarnos de ella. Es un arma letal para el enemigo, estamos en guerra y necesitamos nuestra espada todos los días.
Comprometámonos este año a leer la palabra, estudiarla y conocerla. (1º Pedro 2:1-3) Debemos desear la palabra, pero nunca vamos a desear nada que no hayamos probado. Cuando probamos en nuestra intimidad la palabra y el Espíritu Santo nos damos cuenta que lo necesitamos para vivir, se nos revela cuando la probamos. Por eso, debemos desafiarnos no solo a leerla, sino probarla como alimento a nuestro espíritu, pues nos lleva a arrepentirnos, a transformarnos, a purificarnos.
LA COMUNIDAD DE FE COMO FAMILIA
Desde el libro de los Hechos en adelante podemos ver lo que fue la vida de la iglesia, el comienzo y cómo vivían los primeros cristianos, lo que compartían y demás, pero podemos notar en los evangelios también cómo Jesús hizo de sus discípulos su círculo de vínculos más importante. Durante sus tres años de ministerio Jesús compartió y convivió todo con sus discípulos, él hizo de ellos su familia más cercana. (San Lucas 8:18-21) Jesús entendía el valor del vínculo eterno.
Debemos entender que somos una familia espiritual que nos vamos a ver hasta la eternidad. Jesús tomaba a la iglesia como su familia más cercana.
(San Lucas 18:28-29) Acá vemos como Pedro le plantea a Jesús que ellos han dejado todo por seguirlo, a lo que Jesús le explica que aquel que deje todo para seguirlo va a recibir mucho más. Por eso nuestro mejor vinculo es nuestra familia de la fe, es importante tener comunión, pues en el camino del evangelio necesitamos del otro, no hay manera de que podamos avanzar, crecer y nutrirnos sin el cuerpo. Nos desafiamos este año a crear esos vínculos, a disfrutar, a compartir y hacer de la comunidad de fe nuestra familia, nuestro grupo más cercano.
ABRAZAR LA MISION, EL EVANGELISMO, EL DISCIPULADO.
San Lucas 4:42-44
Jesús menciona que fue enviado para anunciar las buenas nuevas, las buenas noticias, asimismo para esto fuimos enviados, para anunciar las buenas noticias en todo ámbito donde nos movemos. Debemos tenerlo en claro, en Efesios 6:14 nos dice que debemos calzarnos con la disposición de proclamar el evangelio de la paz. Si pensamos en el calzado, todos tenemos un calzado para las diferentes ocasiones, por eso cada mañana al salir pongámonos el calzado de predicar la buena noticia. La disposición es ser intencional para predicar el evangelio, porque si no lo hacemos de esta manera nos vamos a enfocar en todos nuestros problemas y por más que tengamos a alguien enfrente no vamos a darnos cuenta de hablarle de Jesús.
No podemos callar la buena noticia, tenemos que recobrar lo que el Señor hizo, las promesas que tiene para nuestros hijos, para nuestra familia. Lo que Dios hizo en nuestras vidas no podemos dejar de recordarlo y todo lo que todavía tiene para hacer en nosotros.
Hay un mundo sediento y necesitado de escuchar esa buena noticia, quizás hemos sido muy tímidos para hacerlo, pero él no nos dio espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Nos comprometemos este año para ser los mensajeros de la buena noticia cada mañana.
También está la parte del discipulado, donde invertimos tiempo, es una tarea individual, es un vínculo relacional, en estar cerca y darles el valor a las personas. Es nuestra misión hacer discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y enseñándoles que guarden todo lo que Jesús mando. Todos tenemos la tarea de discipular a alguien más.
Todo lo que nosotros no nos comprometamos a discipular, lo va a estar haciendo alguien más, una persona, los medios de comunicación, los famosos y demás. Debemos tomar este lugar de comprometernos con el Señor de poder hacerlo.
“Señor, queremos abrazar estos desafíos, de dedicar tiempo a la oración, de que la palabra sea nuestro alimento, de tomar a la comunidad de fe como una familia y de abrazar la misión con el evangelismo y discipulado. Señor, este año queremos tomar estas disciplinas y ponerlas por obra en nuestras vidas, ser intencionales para tomar cada una y ponerlas en práctica. Espíritu Santo, ayúdanos a formar el carácter de Cristo en nosotros.”